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John William Money

John William Money (Morrinsville, Nueva Zelanda 8 de julio de 1921 - 7 de julio de 2006), emigró a los Estados Unidos en 1947. Conocido internacionalmente por su trabajo en psicoendocrinología y sexología del desarrollo, definió los conceptos de identidad y rol de género.[1]

El Dr. Money fundó la Clínica de Identidad de Género en la Universidad Johns Hopkins y comenzó un extenso programa de investigación sobre el tratamiento psicohormonal de las parafilias y sobre la reasignación de sexo. Money formuló, definió y acuñó el término "rol de género" y luego lo amplió a identidad / rol de género (GI / R). En 1961, propuso la hipótesis de que el andrógeno es la hormona de la libido para ambos sexos.[1]

Sexo o género

Hasta la década de 1950, la palabra género era un término gramatical que se utilizaba para indicar que una palabra era masculina, femenina o neutra. El doctor Money comenzó a usar la palabra en un contexto nuevo, acuñando el término «identidad de género» para describir la conciencia individual de sí mismo o de sí misma como hombre o mujer[2]. Según Money, la identidad de género de una persona dependía de cómo había sido educado el niño y podía resultar diversa del sexo biológico. Sostenía que se podría cambiar el sexo de una persona y que a los niños nacidos con órganos genitales ambiguos se les podía asignar un sexo diverso del genético, mediante una modificación quirúrgica.[3]

El paciente más célebre del Dr. Money fue David Reimer, un niño que no había nacido con una condición intersexual pero cuyo pene había sufrido daños al circuncidarlo.[2] David fue criado por sus padres como una niña, de nombre Brenda, y se le realizaron tanto intervenciones quirúrgicas como hormonales para garantizar que desarrollara las características sexuales típicas de una mujer.

El primer artículo académico que empleaba el término “género” fue, al parecer, un informe de 1955 del profesor de psiquiatría John Money, del Hospital Johns Hopkins, sobre el tratamiento de niños y niñas “intersexuales” (el término utilizado hasta entonces era “hermafroditas”).[4] Money defendía que la identidad de género, al menos en esos niños, era plástico y podía construirse. En su opinión, hacer que un niño o niña se identificara con un género solo requería construirle los genitales típicos de un sexo y crearle un entorno adecuado para ese sexo en particular. El género escogido para estos bebés con frecuencia solía ser el femenino (una decisión que no se basaba en la genética o en la biología, ni en la creencia de que fueran “realmente” niñas, sino, en parte, en que en ese momento era más fácil construir quirúrgicamente una vagina que un pene).

Los cirujanos están cada vez más capacitados para construir genitales artificiales, pero este hecho no cambia el sexo biológico de los receptores[5]

Las teorías de Money alcanzaron gran éxito y en 1972 cuando presentó una prueba, que parecía irrefutable, del hecho de que la identidad de género dependía de la educación recibida. En su libro Man and Woman, Boy and Girl, ilustró el caso de un gemelo monocigótico (David). Los padres del niño acudieron a Money, el cual les aconsejó que le hicieran castrar y le educaran como si fuese una niña. La existencia del gemelo monocigótico permitió a Money comparar al gemelo educado como hombre con el educado como mujer. Refirió que el cambio de sexo había sido un éxito y explicó que el niño se había adaptado perfectamente a una identidad femenina. El caso parecía resolver la cuestión "naturaleza contra educación" en favor de la educación.[3]

Esta visión según la cual el género y la identidad de género son flexibles y plásticos, y no necesariamente binarios, ha adquirido recientemente mayor prominencia en la cultura popular. Un ejemplo es la medida de Facebook de incluir 56 nuevas formas para que los usuarios describan su género, aparte de las opciones de masculino y femenino. Tal como explica Facebook, las nuevas opciones permiten al usuario “sentirse cómodo con su verdadero y auténtico yo,” una parte importante de lo que significa “la expresión del género.” Entre las opciones se incluyen agénero, diversas variantes de cis- y trans-, género plástico, género cuestionado, ninguno, otro, pangénero y dos espíritus.[5]

Ya antes de que anunciara su famoso caso, las teorías de Money habían encontrado el apoyo de las feministas. En el libro Sexual Politics, publicado en 1969, Kate Millet, comentando la obra anterior de Money, escribió: «Al nacer no hay ninguna diferenciación entre los sexos. La personalidad psicosexual se forma, por consiguiente, en la fase posnatal y es fruto de aprendizaje»[6].

A lo largo de la década de 1980, el término género se hizo omnipresente en los programas de estudios de la cuestión femenina. Con la introducción del concepto de género como construcción social, el interés del movimiento feminista se desvió de la eliminación de las políticas desfavorables para la mujer a la atención hacia todo lo que admitía la existencia de diferencias entre el hombre y la mujer, especialmente todo lo que se realizaba en apoyo de la mujer en cuanto principal fuente de asistencia en el ámbito doméstico. Un futuro sin género presuponía una sociedad que examinara meticulosamente todos los aspectos de la cultura para encontrar pruebas de la socialización de género.

David Reimer es tan solo un ejemplo del daño que pueden infligir las teorías de que la identidad de género se puede reasignar social y médicamente en los niños y las niñas. En un informe de 2004, William G. Reiner, urólogo pediátrico y psiquiatra infantil y juvenil, y John P. Gearhart, profesor de urología pediátrica, hicieron un seguimiento de la identidad sexual de 16 varones genéticos afectados de extrofia vesical (patología con una grave malformación de la vejiga y los genitales). De los 16 sujetos, a 14 de ellos se les asignó el sexo femenino al nacer: fueron sometidos a intervenciones quirúrgicas para construirles genitales femeninos y criados como niñas por sus padres. De estos 14, 6 se identificaron posteriormente como hombres; 5 siguieron considerándose mujeres y 2 se declararon hombres a temprana edad pero sus padres ignoraron sus declaraciones y continuaron criándolos como niñas. El sujeto restante, a quien se le confesó a los 12 años que había nacido niño, se negó a comentar su identidad sexual. 19 Por tanto, la asignación del sexo femenino se mantuvo solo en 5 de los 13 casos con resultados conocidos.

No obstante, el intento de ocultarle a David Reimer lo que le había sucedido fracasó: su autopercepción era que, en realidad, era un varón y, con el paso del tiempo, a los 14 años de edad, su psiquiatra recomendó a los padres que le explicaran la verdad. David inició entonces el difícil proceso de revertir las intervenciones hormonales y quirúrgicas a que había sido sometido para feminizar su cuerpo. Lamentablemente, todavía atormentado por ese calvario de la infancia, se quitó la vida en 2004, a los 38 años de edad.

La unidad del ser humano

Precisamente porque los dos sexos son diferentes, la mujer puede dar una contribución única a la sociedad en general[3]

Declara la Dra. O’Leary que, ya desde el seno materno, las mujeres están dotadas de una sensibilidad hacia el ser humano necesaria para la maternidad. Esta investigación y otras informaciones nuevas sobre la estructura del cerebro humano indican que las influencias biológicas y la experiencia concurren a crear conexiones cerebrales y están tan inextricablemente entrelazadas que resulta imposible separarlas.

Los niños nacen en sociedades creadas por hombres y mujeres cuya percepción de lo que es natural depende de la influencia de esa combinación de biología y experiencia. Los niños crecerán para llegar a ser padres, y las niñas para llegar a ser madres. Ocultar este dato por medio de la socialización neutra de género no cambiará la realidad de la diferencia sexual.[3]

Exponen Mayer y McHugh, lo que está claro es que el sexo biológico no es un concepto que pueda ser reducido, exclusivamente al tipo de genitales externos ni se puede o asignar artificialmente en función de estos. Los cirujanos están cada vez más capacitados para construir genitales artificiales, pero esos “accesorios” no cambian el sexo biológico de los receptores, y estos seguirán sin poder desempeñar el papel reproductivo del sexo biológico opuesto, del mismo modo que les sucedía antes de la cirugía.

De igual manera, tampoco el entorno que se le proporciona al niño puede cambiar el sexo biológico. Por más apoyo que proporcionemos a un niño pequeño en su transición para ser considerado una niña, tanto por sí mismo como por los demás, no conseguirá convertirse biológicamente en niña. Así pues, la definición científica de sexo biológico es clara, binaria y estable para la mayoría de los seres humanos y refleja una realidad biológica subyacente que no debería ser contradicha por las excepciones a aquellas conductas que sí pudieran ser típicas de los sexos y que tampoco puede alterarse mediante cirugía o condicionamiento social.[5]

Otras voces

Referencias

  1. 1,0 1,1 «John Money, Ph.D.». 
  2. 2,0 2,1 Colapinto, John. As Nature Made Him The Boy Who Was Raised as a Girl. New York: New York times bestseller. p. 69. ISBN 0061120561. 
  3. 3,0 3,1 3,2 3,3 O’Leary, Dale (19 de noviembre de 2004). «El feminismo de género». L’Osservatore Romano (España) (47). Consultado el 26 de julio de 2020. 
  4. Money, John (Junio de 1955). «Hermaphroditism, gender and precocity in hyperadrenocorticism: psychologic findings». Bull Johns Hopkins Hosp 96 (6). PMID 14378807. Consultado el 26 de julio de 2020. 
  5. 5,0 5,1 5,2 Mayer, Lawrence S.; McHugh, Paul R. (2016). «Sexualidad y género». The New Atlantis, A journal of technology & society (50). Consultado el 26 de julio de 2020. 
  6. Millet, Kate (1970). Política sexual. Ediciones Cátedra S.A. ISBN 84-376-1399-X. Consultado el 26 de julio de 2020.