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* S. Spinanti, L’ethos ippocratico, in Medicina e Morale 2 (1982), 144-158. | * S. Spinanti, L’ethos ippocratico, in Medicina e Morale 2 (1982), 144-158. | ||
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Revisión actual del 20:05 3 abr 2020
Introducción[editar | editar código]
Desde siempre se ha intuido el carácter solidario existente en la convivencia humana de todas las comunidades. Recientes estudios han confirmado que desde los hombres primitivos a nuestros días ha existido una obligación, un deber de socorrer a los miembros de la comunidad que se encuentran en una especial dificultad.
Frente a esta actitud y comportamiento universal, la filosofía griega lo ha formulado introduciendo en la historia del pensamiento el concepto genérico de filantropía especial por el enfermo. Fue una de las ideas basilares desde la primera hora introducido en el corpus hipocrático.
El Código de Hipócrates subraya el deber moral de ayudar a las personas de forma especial en momentos de emergencia, viviendo en este servicio y atención las virtudes de la justicia y de la fortaleza.
El cristianismo recibe toda esta carga filantrópica de la cultura griega y lo supera encuadrando la actitud en el concepto de compasión y sobre todo de amor por el necesitado a ejemplo y modelo del ejemplo enseñado por Jesús el Buen Samaritano.
El samaritano es aquel que da una ayuda grande en el sufrimiento socorriendo al hombre por quién es y no por los adjetivos que éste tenga.
Es en el contexto cristiano donde el cuidado, la atención y el servicio a todos, especialmente a los débiles y pequeños, hace que surjan los primeros hospitales rudimentarios.Desde entonces, el médico es una persona que junto al sacerdote y al abogado tiene una misión importante en la sociedad. No olvidemos que es en la Edad Media, cuando aparecen las primeras universidades donde entre estas sobresale el estudio de la Medicina.
Desde la primera hora de la historia del hospital, se reservó una zona especial para las curas graves. En aquella época, lo más frecuente eran los afectados por enfermedades infecciosas y/o contagiosas que gozaban de una atención “especializada” en relación a los otros pacientes que tenían una asistencia más ordinaria y asistencial.
El surgir de numerosas órdenes religiosas con el carisma de atención a los enfermos contribuyó a “especializar” y perfeccionar de forma notable, los cuidados especiales que con los elementos de la época se podía ofrecer a los afectados.
Además del evidente progreso humano-asistencial y técnico, se desarrolló en la edad moderna y contemporánea un incremento del principio de solidaridad y de asistencia en relación a los numerosos conflictos bélicos que ensangrentaron especialmente Europa durante centurias y que en cierto sentido aceleró la atención especializada y sobre todo quirúrgica en áreas especiales.
Génesis remota[editar | editar código]
Según algunos históricos, las urgencias hospitalarias [1]tienen en la creación de la Cruz Roja su génesis remota. En efecto, en 1863 el suizo Henri Dumant postuló la necesidad de prestar socorro y asistencia especial a los militares heridos en guerra.
La novedad consistía en que esta acción solidaria-caritativa debía estar asegurada y protegida por pactos internacionales donde médicos y enfermeras que estuvieran en el frente, debían ser considerados neutrales pudiendo ser reconocidos por todos con su brazalete blanco y una cruz roja.
Tuvieron que pasar años para que las urgencias hospitalarias adquirieran un aspecto y organización parecida a las que se conocen hoy.
Momento ético[editar | editar código]
La génesis apenas esbozada nos confirma que la inspiración primera de las urgencias médicas y hospitalarias era la de ofrecer un servicio universal sanitario basado en la objetividad, en la tolerancia, en la universalidad, sin diferencias de raza, sexo, opinión, credo religioso u otra diferencia entre los hombres, sino la prevalencia del amor como principio cristiano.
Hoy se pide que las urgencias ante todo sean eficaces y rápidas. La eficacia en gran medida depende en la prontitud de la respuesta y en la calidad de la intervención. Eficacia y rapidez son las claves y el binomio de las urgencias donde las ciencias biomédicas han avanzado grandemente en estos últimos años. El riesgo que existe también en la actualidad es desprofesionalizar las urgencias que son una e zona propia del complejo hospitalario.
No es un lugar donde aparcar el enfermo hasta encontrarle un lugar en otra zona del hospital, sino el primer abordaje que en muchos casos evita ulteriores tratamientos y estancias prolongadas. Normalmente en la actualidad, la buena praxis diagnóstica en las urgencias hospitalarias presidida por el principio de beneficencia ahorra esfuerzos terapéuticos ulteriores en muchos casos ineficaces.
Con frecuencia, la actual organización sanitaria en muchos lugares considera las urgencias como una estructura indiscriminada; el lugar obligado al que acudir ante cualquier eventualidad de salud, contribuyendo en muchos casos al colapso de los servicios de urgencias, especialmente en las épocas de pandemias. En estas situaciones indiscriminadas y a veces sobrecargadas y anárquicas, la relación médico-paciente se deteriora grandemente, precisamente en el lugar donde más intensa y personalmente debería darse.
Así, asistimos en muchos lugares a una ineficiencia grande que no corresponde a la vocación inicial para la que fueron creadas estas áreas especiales de asistencia.
Quizá habrá que replantear el acceso a las urgencias, seleccionando las motivaciones o encontrando fórmulas que no permitan congestionar y paralizar un servicio vital para los enfermos graves. La eficacia de las urgencias dependerá en línea de principio de la relación adecuada entre el territorio y los recursos disponibles.
La eficacia, por otro lado, es una condición necesaria, pero no suficiente para que las urgencias desarrollen la misión asignada. A la eficacia se le debe unir el criterio de la equidad que permite a cada ciudadano de la zona, independientemente de otra consideración, la posibilidad de acceder a las urgencias del hospital.
No se deberían ahorrar recursos en esta área hospitalaria y en todo lo que supone su especialización. Recursos en formación de los profesionales, en las estructuras propiamente dichas, en la prontitud del sistema de trasporte (ambulancias), en la gestión ordenada y discriminatoria del acceso, son todos elementos a tener en cuenta para que la eficacia y el servicio al paciente estén asegurados.
La política sanitaria debe priorizar una gestión de urgencias adecuada si quiere ofrecer un servicio integral a la ciudadanía, si desea evitar ulteriores gastos médicos y farmacéuticos y si desea gestionar adecuadamente el funcionamiento de toda la estructura hospitalaria a la que está llamada a formar una unidad con éste y no estructuras desligadas que se pueden ver ambas perfeccionadas o empeoradas.
BIBLIOGRAFIA[editar | editar código]
- P. Lain Entralgo, El médico y el paciente. Historia y Teoría, Madrid 1965.
- M. Marinelli, Pronto Soccorso e bioetica, Ancona 2000.
- S. Spinanti, L’ethos ippocratico, in Medicina e Morale 2 (1982), 144-158.
Notas[editar | editar código]
- ↑ Simón Vázquez, Carlos (Mayo 2012). «Voz: Urgencias Hospitalarias». Simón Vázquez, Carlos, ed. Nuevo Diccionario De Bioética (2 edición) (Monte Carmelo).