Rehabilitación

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Introducción

El término rehabilitación se refiere principalmente al conjunto de intervenciones realizadas en un paciente con enfermedad congénita o adquirida. En este último caso, los traumas y las enfermedades vasculares son las que requieren en mayor medida un tratamiento rehabilitador intenso.

La rehabilitación tiene, como finalidad, la recuperación de las potencialidades perdidas o aminoradas en el periodo morboso, con el fin de poder recuperar la precedente calidad de la vida.

Momento ético

La rehabilitación debe contar con apoyo psicológico y social que favorezcan el estado del enfermo.[1]

Viene realizada en función de la mejoría de la calidad de vida a la que toda persona, en función de su dignidad, le viene debido. La dignidad humana no depende de la mayor o menor destreza desempeñada por un sujeto humano. La rehabilitación tiende a servir a esta vocación integral y sanadora de la medicina.

El tema de la dignidad del enfermo ha estado presente en la reflexión ética en general, y recientemente numerosos tratados y declaraciones internacionales subrayan lo que la sana deontología médica ya contemplaba hace siglos.

Por otro lado, la iglesia católica se ha pronunciado con frecuencia sobre la rehabilitación y los rehabilitadores. El objetivo fundamental de la enseñanza eclesial consiste en afirmar y recordar con claridad que toda persona con minusvalía es un sujeto plenamente humano, con derechos inalienables, sagrados e inviolables. El ser humano tiene una dignidad única y un valor propio y autónomo desde su concepción y en cualquier fase de su desarrollo, independiente de cuales sean sus condiciones físicas. Este principio que surge de la recta conciencia universal, debe fundamentar y forjar la vida social.

Actualidad social de la cuestión

Dos grandes líneas de política sanitaria están en liza actualmente en torno a la rehabilitación. La primera sería aquella que considera innecesario y no conveniente emplear grandes recursos y técnicas en los enfermos de los cuales se sabe de antemano que no van a realizar grandes progresos con la terapia. Las razones económicas harían priorizar los recursos del Estado hacia pacientes selectivos de los cuales se puede esperar un éxito seguro. Sería en este caso asistencia a una forma sutil de eutanasia social.

Otra línea de impronta personalista, respetuosa con el dolor y sufrimiento de todo hombre, consideraría que no hay gasto suficiente para intentar mitigar el dolor o cualquiera de sus manifestaciones.

Desde la bioética personalista se apuesta a que la intervención estatal no se pueda limitar al plano burocrático y selectivo, sino que la administración pública deberá ante todo invertir capital y energías para asegurar a los pacientes la mayor capacidad de recuperación de sus enfermedades y una inserción en la vida familiar y social.

Formación de los rehabilitadores

La práctica de la rehabilitación en medicina es extensa y la formación debe atender a varios niveles. El rehabilitador debe:

  • Reunir una competencia profesional.
  • Una buena capacidad comunicativa.
  • Buena capacidad psico-pedagógica.
  • No se debe solamente limitar a rehabilitar una articulación, una lesión o discapacidad motriz, sino a la persona en su totalidad, frecuentemente marcada a distintos niveles por los hándicaps somáticos.
El equipo de rehabilitación se conforma de muchas maneras y tiene diferentes fortalezas según las necesidades que requieran los enfermos.[1]

Por todo esto, el rehabilitador debe tener un bagaje grande de paciencia, de comprensión, de espíritu de sacrificio, de desinterés, que no tiene en cuenta solamente la inmediatez del éxito. Se rehabilita el cuerpo, pero se rehabilita en mayor o menor intensidad toda la persona. De aquí la responsabilidad y buen hacer del rehabilitador en el tratamiento al paciente.

El rehabilitador ideal debe tener esa dimensión de compasión frente al enfermo crónico que manifieste su fuerte sentido deontológico y, también, si fuese creyente, una valoración y descubrimiento del sentido del dolor y de las limitaciones. Los enfermos susceptibles de rehabilitación pueden enseñar mucho a sus rehabilitadores y establecer unas relaciones médico-enfermo paradigmáticas ya que están presididos por:

  • La confianza.
  • El abandono.
  • La responsabilidad.
  • La dimensión holística.
  • La curación, ingredientes para que todos los enfermos recuperen la salud o sean aminorados sus dolores.

El rehabilitador deberá también preocuparse por su formación, no solamente técnica, en constante y rapidísima evolución en muchos casos, sino también en su formación integral que ayude a situar su aplicación local y concreta en el todo que supone la persona humana.

Otras voces

Texto de referencia

  • Vázquez, Carlos Simón (Mayo 2012). «Voz:Rehabilitación». Pardo, Antonio, ed. Nuevo Diccionario de Bióetica (2° edición) (Monte Carmelo). ISBN 978-84-8353-475-5.

Bibliografía

  • Sgreccia, Elio; Spagnolo, A.; Di Pietro, M.L. (1999). Bioetica. Manuale per i diplomi universitari della sanità (en italiano). Milanoo: Vita e Pensiero. ISBN 8834301285. 
  • Duncan, Barbara; Woods, Diane E. (1989). Ethical Issues in Disability and Rehabilitation (en inglés). New York: Rehabilitation Intl. p. 170. ISBN 0960555471. 

Refencias

  1. 1,0 1,1 Salinas Durán, Fabio; Lugo Agudelo, Luz Helena (2008). Rehabilitación en salud (2da edición). Colombia: Universidad de Antioquia. p. 921. ISBN 9587141652. Consultado el 14 de julio de 2020.