Sexualidad

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La palabra sexualidad viene del latín “secare” que significa “separar”. Se fundamenta en la existencia de una diferenciación entre el varón y la mujer y en la búsqueda de lo diferente para complementarse gracias al amor.

El animal está determinado por el instinto de conservación de su especie. Es decir, por el impulso biológico dirigido por mecanismos preestablecidos con el fin de que su especie no desaparezca. El animal no es libre. Sin embargo, en el ser humano sucede algo muy distinto. El impulso biológico con vistas a la conservación de la especie también existe, pero está informado por la razón e integrado por la afectividad y por el amor. La relación sexual entre dos personas que se aman involucra y compromete sus libertades personales a favor de un proyecto familiar común y estable. Ya no se trata del problema de un individuo reproductor, sino de dos personas que se aman.

Salud sexual

Una de las definiciones de “salud sexual” de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es:

“la integración de los elementos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser sexual por medios que sean positivamente enriquecedores y que potencien la personalidad, la comunicación y el amor”[1].

Según la definición de la OMS que se describe arriba, también queda implícito que la sexualidad humana se diferencia de la cópula animal en varios aspectos, entre los que destaco algunas en la tabla siguiente:

CÓPULA ANIMAL SEXUALIDAD HUMANA
Se trata de un instinto Hablamos de tendencias integradas por la inteligencia y el afecto
Es determinista Intervienen la voluntad y la libertad.

Es posible elegir si tener o no una relación sexual

Consiste en un apareamiento reflejo Gracias a la cultura, la sexualidad es diversa
Suele haber estacionalidad y períodos de celo Está siempre presente.

Somos seres “sexuados”

El animal no comprende su sentido Es un acto consciente
Es un acoplamiento de aparatos reproductores Se integra en una relación interpersonal y afectiva
Puede ser más propicio hablar de “coito”, “cópula” Preferimos hablar de “encuentro sexual”, “relación, abrazo sexual”
El proceso de excitación es reflejo El proceso de excitación es complejo
Hay una exhibición inconsciente en la cópula Existe el pudor, la intimidad
No se aplica Podemos hablar de Amor
No se aplica Si uno es creyente, integra su espiritualidad, su religión, en su sexualidad

Cualquier persona puede identificarse con una o más características de esta tabla. Al ser libre, el ser humano puede adoptar estilos de vida o comportarse de manera que nos pudiera recordar más a las características propias de los animales en la columna de la izquierda. Por ejemplo, hay personas que difícilmente controlan sus impulsos y que se dejan llevar por sus apetencias como si tuvieran un instinto determinista e incontrolable más propio de la columna de la izquierda. Pueden llegar a tener relaciones sexuales solamente para satisfacer un deseo personal y sin preocuparse por la otra persona, dejándole incluso sin alcanzar el goce propio de una relación sexual humana.

Las relaciones sexuales bajo los efectos del alcohol o de las drogas, perdiéndose la libertad propia de todo ser humano, se parecerían también a la situación de “ausencia de conciencia”, correspondiente a la columna de la “cópula animal”.

Es bastante evidente que estas personas estarían empobreciendo mucho su sexualidad, porque no desarrollarán todo su potencial humano. En cierto modo, se puede pensar que muchas personas pueden vivir una sexualidad que no llega a su pleno potencial humano.

Los conceptos de libertad, voluntad y aprendizaje o educación, adquieren una especial relevancia cuando uno proyecta vivir sus relaciones sexuales. En este contexto, las relaciones sexuales se desarrollan con más plenitud.

Al hablar de relación, encuentro o abrazo conyugal/sexual, se pone énfasis en el aspecto de relación interpersonal propia de la sexualidad humana. En la relación sexual humana es de hecho más importante la relación personal que la técnica sexual para que sea plenamente gozosa.

Presupuestos antropológicos

A la hora de fundamentar nuestras conductas y decisiones, siempre nos basamos en presupuestos antropológicos.

Todas las personas, aunque no sean conscientes de ello, poseen su propia definición de lo que significa ser “humano” y de las consecuencias que tiene esta definición en su concepción de la vida.

  • Para los partidarios de una antropología llamada “naturalista” u “observadora” se trata de reducir cualquier interpretación de los hechos. En ese sentido se puede decir que es reduccionista. Pretende ser neutral y evita cualquier interpretación moral o social de los hechos; afirma que ninguna educación debe frenar los instintos y que la normalidad es “lo frecuente”. Esto nos conduciría más bien a una sexualidad que no estaría armonizada por las características propias, naturales, del ser humano.
  • Por el contrario, una “antropología integral” afirma la primacía de la persona como merecedora de encuentro y amor. De esta manera, no podría existir el “don de uno mismo” si no somos dueños de nosotros mismos; y esto no es posible sin libertad, voluntad y educación. Esta parece que es la antropología que mejor puede conducir a una sexualidad plenamente humana.

Aunque algunos planteen las relaciones sexuales como algo intrascendente, indiferente, como tomarse una copa con alguien. La realidad que contemplamos es que somos seres sexuados, y la sexualidad implica todo nuestro ser y no solamente los órganos genitales.

Las decepciones o los desengaños amorosos, por ejemplo, son responsables de mucho sufrimiento. Aunque no siempre seamos conscientes de ello, en cada relación sexual dejamos parte de nosotros (nuestra intimidad) en la otra persona. Por eso la relación sexual conlleva una sensación de “pertenencia”; deja, en cierto modo, una sensación de que ambas personas se pertenecen.

Esto hace comprender por qué, la sexualidad humana siempre, tarde o temprano, tiene consecuencias, que obviamente pueden ser buenas o malas. La sexualidad humana implica diferentes grados de entrega y posesión mutua de la persona amada. Es una de las formas más íntimas y completas de entrega, pero también de cierta posesión porque está involucrada toda nuestra persona, con todas sus dimensiones integradas (física, psicológica, espiritual y social).

Los deseos y las pasiones tienen un significado, un valor añadido; son fuerzas importantes en el desarrollo de todo ser humano. No se puede plantear suprimirlos, pues eso llevaría a la frialdad, inactividad e infelicidad.

Pero también puede constituir un error abandonarse en sus fantasías porque podrían llevar a depender de una persona como si fuera la fuente de todas las necesidades, o también a utilizar a las personas como objetos de placer. Por eso, la sexualidad humana puede llevar a relaciones de dependencia o dominación cuando las personas no están preparadas, con la suficiente madurez afectiva para alcanzar una relación personal en pie de igualdad y donde la toma de decisiones sea libre y equilibrada.

Una relación donde no exista para ambas personas la misma posibilidad de tomar decisiones autónomas se puede convertir fácilmente en una relación dependiente y abusiva. Es una de las críticas que los expertos hacen de la relación existente entre los protagonistas de la conocida película “50 sombras de Grey”. La describen como una relación típica de dominación y dependencia.

En este contexto, no se puede hablar de un consentimiento verdaderamente válido entre sus protagonistas, y sus relaciones sexuales acaban siendo más fácilmente problemáticas aunque se presenten como “variantes eróticas”. Se trata, por tanto, de descubrir el significado de los deseos y placeres, de ponerlos al servicio del amor, y de canalizar esa fuerza para liberarnos de la búsqueda constante de pequeños placeres cotidianos que no nos preparan para satisfacer deseos más profundos como entregarnos por completo a alguien o a un ideal[2].

Dimensiones de la sexualidad

La sexualidad humana tiene varias dimensiones:

  • biológica,
  • afectiva,
  • placentera,
  • cognitiva,
  • socio-cultural,
  • religiosa y espiritual.

Estas dimensiones deberían desarrollarse de manera armónica para alcanzar una plenitud en la actividad sexual. Parece importante en este sentido que cada persona las tenga en cuenta y valore en su caso si está preparada para poder vivir la sexualidad en todas sus dimensiones.

Otra manera de enfocar los contenidos de estas dimensiones es agruparlas así:

  1. El entendimiento amoroso, a través de la ternura.
  2. El entendimiento sexual o alcance del goce sexual compartido por ambos.
  3. La relación, la conversación, el compañerismo, la amistad, la complementariedad y la comunicación.
  4. El deseo de tener hijos, que las parejas describen como una de las culminaciones más ilusionantes del amor que sienten.
  5. También se incluye la llamada “fecundidad social” del matrimonio (todo lo que pueden hacer a favor de la sociedad), tanto si puede, o no, tener hijos propios.

Referencias

  1. World Health Organization (1975). Education and treatment in human sexuality: the training of health professionals. Geneva. Consultado el 06-10-2020. 
  2. De Irala, jokin (2020). Un momento inolvidable. Juntos por primera vez. Amazon. ISBN 979-8607679521. Consultado el 5 de Octubre de 2020.