Fritz Jahr
Fritz Jahr ha sido llamado con razón el “Padre de la Bioética”. Fue él quien acuñó el término bioética en un editorial publicado en 1927 en la destacada revista alemana de ciencias naturales Kosmos y quien desarrolló luego en publicaciones de menor circulación su visión de un Imperativo Bioético universal. Resulta llamativo que una revista prestigiosa y reconocida, sólo comparable con la reputación de las actuales “Nature” y “Science”, aceptara un artículo de un ignoto pastor protestante, que nunca había publicado antes, por el solo mérito de haber introducido el concepto innovador de Imperativo bioético que reemplazaba al formal Imperativo categórico de Kant.
Durante casi toda su vida, Jahr tuvo problemas de salud. Es una de las razones por las que su obra está integrada apenas por poco más de una docena de artículos breves los cuales no tuvieron en su momento demasiada trascendencia. Pero durante la primera década del siglo XXI, el interés internacional por sus escritos sobre ética y bioética se incrementó significativamente. En su artículo pionero titulado “Bio-ética: un análisis de las relaciones éticas de los seres humanos con los animales y las plantas” este pastor protestante, filósofo y profesor en Halle an der Saale extiende el imperativo moral kantiano a todas las formas de vida; modifica así la estructura categórica inflexible de Kant convirtiéndola en un modelo pragmático y situacional de equilibrio entre las obligaciones morales, los derechos y las visiones: “Respeta por principio a cada ser viviente como un fin en sí mismo y trátalo, de ser posible, como a un igual”.
En Alemania y en Europa, los años 20 fueron tiempos difíciles desde el punto de vista político, económico y cultural. Comenzaba la Gran Depresión y los nazis estaban en el proceso de tomar las riendas de la política, la sociedad y la opinión pública. En esos tiempos tumultuosos, Jahr señalaba que la bioética, no como término, sino en tanto concepto y misión, ha existido en la humanidad prácticamente desde la prehistoria y no ha sido el patrimonio de una sola cultura o de un solo continente: respeto por el bios de todo el mundo, no sólo de los seres humanos, también de las plantas y los animales, del medioambiente, natural y social, en fin, del planeta: la reverencia taoísta ante la naturaleza, la compasión budista ante toda forma de sufrimiento, la apelación de Francisco de Asís a ser solidarios y fraternos con las plantas y los animales, y la filosofía de Albert Schweitzer sobre el respeto hacia todas las formas de vida en apoyo de sus misiones médicas en África, son los principales ejemplos de un profundo compromiso humano. Al analizar el nuevo conocimiento fisiológico de su época y los desafíos morales asociados al desarrollo de sociedades laicas y pluralistas, Jahr redefine las obligaciones morales hacia las formas de vida humana y no humana y destaca el concepto de la bioética como una disciplina académica, como un principio cultural y moral fundacional, y como una virtud. Jahr argumenta que la nueva ciencia y la nueva tecnología requieren una nueva reflexión filosófica y una férrea determinación; Apela por lo tanto al desarrollo de nuevas terminologías y campos bien definidos en las humanidades, y promueve a la vez de una normativa y visión práctica de la bioética y de sus disciplinas subalternas.
El Pastor Fritz Jahr llevó una vida y una carrera apacibles. Vivió toda su vida en el mismo departamento de Albert-Schmidt-Strasse 8, en Halle an der Saale, en un barrio obrero, donde creció, cuidó durante muchos años de su anciano padre maníaco-depresivo, se casó, debiendo más tarde cuidar a su esposa postrada en una silla de ruedas durante los últimos años de su vida, para finalmente jubilarse tempranamente a la edad de 37 años y vivir en la pobreza hasta su muerte a los 58 años. Estuvo sin empleo por razones de salud entre 1928 y 1929, lo cual le causó una enorme depresión. Desde 1927, por temor al vértigo, adquirió la costumbre de medicarse con bromuro antes de subir al púlpito. Después de su retiro, solicitó a la iglesia otro empleo en el ámbito periodístico o en investigación sobre bioética, pero no obtuvo ni apoyo ni aliento; una carta enviada al presidente de la Universidad Halle en 1946, en la que solicitaba un subsidio mencionando que tenía que cuidar a su esposa y que ambos vivían de una pobre renta de 84 marcos, nunca recibió respuesta. En el otoño de 1946, firmó junto con otros doce pastores protestantes una declaración pública llamando a votar por el partido político SED, recientemente formado por los antiguos partidos Socialista y Comunista, para la primera elección en la ex Alemania del Este: “En nuestro rol de ministros protestantes lo convocamos a “tomar decisiones políticas basadas en su propia fe ¡Ayúdenos a fomentar la justicia social y un verdadero compromiso para la paz en nuestro país!”. Después de casi doce años de terror nazi, todas las esperanzas tanto para la Alemania del Este como para la Occidental estaban puestas en las alternativas democráticas. Pero esas esperanzas nunca se cumplieron para aquellos que tuvieron la desdicha de vivir bajo las políticas estalinistas del partido SED; esto significó una profunda desilusión y una gran mortificación para el Pastor Fritz Jahr y los otros clérigos que habían padecido el nazismo.
Ensayos sobre Bioética y Ética
El famoso artículo de Jahr ‘Bio-Ethik. Eine Umschau über die ethischen Beziehungen des Menschen zu Tier und Pflanze’ se publicó como editorial en la prestigiosa revista científica alemana, Kosmos, ‘Handweise für Naturfreunde und Zentralblatt für das naturwissen-schaftliche Bildungs- und Sammelwesen’, Stuttgart 1927, 24: 2-4. En él, Jahr expone los últimos resultados de los estudios sobre las plantas y los animales y presenta la “Bio-Ética” como una nueva disciplina académica. Dice de esta última que es una nueva actitud moral en correspondencia con el término Bio-Psiquis que el filósofo y psicólogo Rudolf Eisler había descripto como la nueva ciencia del alma presente en todas las formas de vida. El origen del término y el concepto de Bioética están fuertemente relacionados con el progreso que conocieron en el siglo XIX las ciencias de la vida, especialmente la fisiología y la psicología experimentales. En 1878, Wilhelm Wundt fundó el primer Instituto de psicología experimental en Leipzig. En su tercer volumen, “Grundzüge der physiologischen Psychologie” (Principios de psicología fisiológica), cuya sexta edición se publicó en 1908-1911, Wundt sostiene que los seres humanos, los animales y las plantas experimentan las mismas reacciones neurológicas y fisiológicas y realizan las mismas actividades para lograr sus objetivos (supervivencia). El libro de Wundt “Vorlesungen ueber die Menschen- und Tierseele” 1863 [6ta ed. 1919], y los dos de Fechner, “Nana oder das Seelenleben der Pflanzen” 1848, y “Elemente der Psychophysik” (dos volúmenes) de 1860, se convirtieron en best-sellers. En ellos, se profundizaba el estudio de los métodos y argumentos hasta superar el mecanicismo del dualismo cartesiano cuerpo-alma. Asimismo, se investigaba acerca de la voluntad orientada a la lucha por la vida –y la supervivencia– y las interacciones entre los seres vivos y su entorno. Pero sólo recientemente, las neurociencias, y por ende la bioética, volvieron a ser un nuevo y fascinante campo de investigación.
Para una mayor claridad metodológica, Rudolf Eisler in ‘Das Wirken der Seele. Ideen zu einer organischen Psychologie’ [1909: 32] sugirió un nuevo término aplicando métodos novedosos de investigación para ‘los hechos psicológicos como factores biológicos’: ‘Si queremos mantener la unidad de la causalidad natural también en el campo de lo orgánico, debemos agregar (no reemplazar) la Biopsiquis a la Biofísica y a la Bioquímica y reconocer que los movimientos psíquicos de tipo inferior o superior, las voluntades simples y complejas, las tendencias a proteger la unidad orgánica y los impulsos y las intenciones [Wollungen] son medios para el objetivo mayor que es el de regular o modificar directa o indirectamente los actos de la vida. Lejos de describir la voluntad como un producto de reflejos mecánicos, se explican los reflejos como residuos del proceso de voluntad original’. Eisler incluyó el término ‘Biopsiquis’ en el diccionario científico ‘Wörterbuch der philosophischen Begriffe’ (1910, 3. ed., Bol. 1, p. 192). Asimismo, sólo de manera reciente la ‘Bioética’ ha sido incorporada como referencia en un diccionario, a partir del artículo de E. M. Engels en ‘Metzler Lexikon Religion’ (1999, p. 159-164).
El Imperativo bioético de Jahr no es tan inflexible ni categórico como el de Kant, pero no por ello carece de formalidad. El Imperativo Bioético abunda en consideraciones acerca de la necesidad de encontrar un equilibrio entre los valores y los objetivos de vida de los seres vivientes en su lucha por sobrevivir y en sus necesidades de alimento, espacio y desarrollo. Por otro lado, Jahr critica quienes llama budistas fanáticos, que no matan ni siquiera a las víboras venenosas con el argumento de que ellas ‘también son nuestros hermanos y hermanas’. Por supuesto, dice, nosotros tomamos decisiones éticamente acertadas cuando matamos ratas y microbios en nuestros hospitales y casas; para algunos de nosotros la posibilidad de cortar flores en ciertas ocasiones es parte de nuestra cultura, pero que algunos irresponsables corten flores para después tirarlas resulta para el Imperativo Bioético incivilizado e inmoral. Esforzarse y pelear por la vida es una parte esencial del vivir. Por lo tanto, la obligación y la voluntad de vivir tienen que estar en equilibrio con el respeto por la vida y el esfuerzo de los otros.
En ‘Tierschutz und Ethik’ (La protección de los animales y la ética. 1928), Jahr subraya la importancia del sentimiento ético, la empatía, la compasión y la ayuda hacia los animales y las plantas como parte de las obligaciones morales y sociales que los humanos se deben los unos a los otros. La ética animal y la ética entre los seres humanos no están en conflicto; por el contrario, se complementan entre sí. Mientras que el imperativo moral de Kant contempla solo a los humanos y tiene un carácter formal, el imperativo de Jahr abarca a todos los seres vivos y sus interacciones, revistiendo un carácter pragmático y flexible.
En ‘Soziale und sexuelle Ethik in der Tagespresse’ (La ética social y sexual en la prensa. 1928), Jahr hace un llamado a los educadores y a los eticistas para que no se limiten a publicar en revistas académicas o a debatir en sus círculos privados. Les pide que usen los medios modernos, en particular los medios masivos, para formar pensamientos y actitudes morales y contribuir a la educación ética. Las discusiones académicas y políticas sobre el origen y el rumbo de la opinión pública son de larga data, pero en un tiempo en que las ideologías secular y nazi comenzaron a apoderarse de la opinión pública en la forma en que lo hicieron los fascistas, Jahr reconoce muy claramente este nuevo campo de batalla sobre la cultura, la ética y la civilización en la era por venir de la información. La ética y la bioética no son temas privados; pertenecen al dominio de lo público. El uso activo de los medios masivos modernos es, según Jahr, una obligación y una misión para quienes se ocupan de la ética y la bioética. ¿Quién en el siglo XXI podría no estar de acuerdo?
En ‘Zwei ethische Grundprobleme in ihrem Gegensatz und in ihrer Vereinigung im sozialen Leben’ (Dos problemas morales básicos, su contradicción y unificación en la vida social. 1929), Jahr apunta a un tema pocas veces tratado en ética: el conflicto entre egoísmo y altruismo. Consecuente con su Imperativo Bioético de reconocer y cuidar de todas las formas de vida, también reconoce que se debe aceptar la lucha por la supervivencia entre las diversas y complejas formas de organización. Se refiere a las plantas, animales, como así también a biotopos y entornos naturales y sociales, incluyendo las naciones, los negocios, las comunidades y las instituciones –formas de vida todas ellas que compiten entre sí. Para Jahr, tanto el altruismo como el egoísmo son características propias de la condición humana y apela a un uso razonable y pragmático de ambos en una manera compasiva de razonar, de sentir y de actuar. Al proponer considerar a las organizaciones sociales como seres vivos, con una visión y objetivos propios para su existencia y sus logros, busca nuevos métodos para analizar las interrelaciones personales, sociales, profesionales y culturales en los lugares de trabajo, no sólo en los hospitales, sino también en los clubes, organizaciones, vecindarios e iglesias.
En ‘Gesinnungsdiktatur oder Gedankenfreiheit? Gedanken über eine liberale Gestaltung des Gesinnungsunterrichts’ (¿Formación del carácter o libertad de pensamiento? Reflexiones sobre un modelo liberal de la educación del carácter. 1930) Jahr se implica con valentía en un debate creciente acerca de los modos y los modelos de formación del carácter y la educación. En un momento en que los sectores fascistas de la derecha y de la izquierda ya estaban promoviendo la aplicación para la República de Weimar de los viejos modelos de adoctrinamiento paternalista de las épocas imperiales, Jahr sostiene un modelo de asociación pedagógico interactivo de información y de discurso en el aula [Arbeitsunterricht]., de respeto por los valores individuales y con un discurso moral interactivo no directivo. La revista ‘Die neue Erziehung. Monatsschrift für entschiedene Schulreform und freiheitliche Schulpolitik’ se había dejado de publicar en 1934, cuando la política y la ideología nazis comenzaron a ser más dominantes. Los diez puntos en los que Jahr promovía la enseñanza interactiva basada en los valores liberales son válidos aún hoy. En la actualidad, dada la amplitud considerable que han tomado las dimensiones internacionales e interculturales en el campo de la ética y la bioética, y reconociendo las diferencias culturales e individuales de pensamiento, creencias y actitudes, el enfoque de un discurso y una enseñanza interactivos constituye una mayor garantía.
Los “Tres estudios sobre el quinto mandamiento”, no solo presentan el Imperativo Bioético bajo una perspectiva amplia que incluye la responsabilidad individual sobre la salud y las obligaciones de la salud pública, sino que lo sitúa dentro de los desafíos concretos y con una visión más amplia de la bioética global y universal. Metódicamente, Jahr utiliza una regla impartida hace 2.500 años a un solo grupo de tribus nómades en los desiertos de la península arábiga para delinear hermenéuticamente tres modernos y reales desafíos del Imperativo Bioético. Verlo enfrentarse a la tradición de la manera que él lo hace, puede alertar a los profesores y escritores contemporáneos de bioética sobre la riqueza escondida en los valores, virtudes y principios de nuestras tradiciones. Esas tradiciones podrían muy bien ser utilizadas en una época en que la literatura sobre bioética no tiene más de 5 o 10 años e imita a las publicaciones de las ciencias naturales y no siempre en beneficio del razonamiento y de la aplicación en bioética. Aunque los desafíos modernos de la bioética y la ética son nuevos y específicos, la visión hacia el futuro puede perfectamente ser presentada a través de la hermenéutica de los antiguos textos clásicos de varias tradiciones y culturas, como lo demostró Jahr