Antropología

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Introducción

De importancia vital para la bioética es el dato antropológico. ¿Qué es la antropología?

El término antropología significa literalmente “tratado del hombre”. Se deriva de la palabra griega ánthropos, hombre, y logos, que equivale a discurso o tratado. Como todos o casi todos los vocablos terminados en logía, es de formulación moderna, y significa ciencia especial.

Platón hace derivar la palabra griega ánthropos de los verbos anathréin y oráo, que significan percibir, darse cuenta, percatarse. Los animales no se dan cuentan ni consideran las cosas que ven. El hombre, por el contrario, al mismo tiempo que ve (ópos), es capaz también de anathréin, es decir, se da cuenta de lo que ha visto[1]. El ser humano constituye el único ser que se hace cuestión de la realidad y de sí mismo. Como ser consciente advierte la condición opaca de toda la realidad incluida la suya propia.

Hay autores que explican el término ánthropos apelando a la composición éntrépophós: el ser que se orienta hacia la luz, con lo cual se subraya la posición erecta del hombre y su necesidad de iluminación. En latín la realidad humana se designa con el término homo, derivada del indoeuropeo gjum, que significa tierra (humus). Si se coloca a la par las palabras ánthropos y homo, enseguida se advierte el carácter dialéctico del hombre como luz y sombra, ser y no ser, que tiende al infinito aún sabiendo que está anclado a la finitud y temporalidad de su propio final.

Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, usa el adjetivo Anthropólogos en el sentido de un hablar general sobre el  hombre.

Immanuel Kant Nacimiento: Königsberg, Prusia; 22 de abril de 1724. Fallece: Ibídem, 12 de febrero de 1804. fue un filósofo alemán de la Ilustración. Fue el primero y más importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán. Es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal. Además se trata del penúltimo pensador de la modernidad, anterior a la filosofía contemporánea que comienza en 1831 tras la muerte del pensador Hegel.

Indagando en la historia, es posible encontrar en el año 1501 un libro de Magnus Hundt, profesor en Leipzig, donde aparece el término Antropología, con el sentido de “tratado especial sobre el hombre”.

Algo más tarde, en 1596, Otto Casmann, discípulo de Glocenio, publicó una obra titulada Anthropologiae pars II. Pero fue sobre todo en el siglo XVIII, cuando el término Antropología empezó a usarse con más frecuencia de la mano de los padres de la Ilustración. La consolidación de este nombre se debe sin duda a I. Kant, quien en 1789 tituló una de sus obras La Antropología desde el punto de vista pragmático, donde define esta ciencia como “una doctrina del conocimiento del hombre ordenada sistemáticamente”.

La Antropología recibió su actual sentido “científico” con Johann Friedrich Blumenbach (1752-1842), naturalista y médico alemán. Este autor es considerado como fundador y padre de la Antropología científica moderna, o de la Antropología sin más. Su obra De generis humani varietate nativa, trata de la morfología de las razas humanas y de su clasificación por razón del color de la piel en las cinco razas típicas.

Variedad de significados

Actualmente el uso de término Antropología se ha hecho polivalente, y con ello bastante confuso y amplio. En general y atendiendo al sentido etimológico, se llama Antropología al estudio o reflexión general acerca de las cuestiones referentes al hombre en todas sus dimensiones:

  • Biológicas.
  • Psíquicas.
  • Culturales.
  • Sociales.

Esta definición es tan amplia que tiene muy poca utilidad, dado que directa o indirectamente todas las ciencias se refieren al hombre. Se impone precisar, en lo posible, los límites de las diversas antropologías.

En perspectiva científica, la Antropología es la ciencia del hombre en cuanto entidad biológica y psicofísica dentro de la complejidad de los seres de la Naturaleza.

Desde el punto de vista de la filosofía, la Antropología pretende ser un estudio holístico e integral del hombre. Considera principalmente la vertiente interior y psíquica del hombre. Trata de explicar qué es lo que constituye esencialmente al hombre en sí mismo, como unidad psicoorgánica. Su reflexión incorpora los resultados científicos de las antropologías especialidades. Desde sus inicios la antropología ha querido responder a dos interrogantes fundamentales que es necesario afrontar: ¿Qué es el hombre y cuál es su puesto en el cosmos? San Agustín, considerado con toda justicia como el primero en suscitar la cuestión antropológica en filosofía, se planteaba con toda sinceridad estas dos cuestiones fundamentales: ¿Quién soy y qué soy?

En el mundo del pensamiento y de la investigación existe la Antropología Física o Antropobiología, que se ocupa del estudio de los temas paleontológicos, la genética de las poblaciones, los temas eto-ecológicos, es decir, estudia al hombre desde el punto de vista físico-somático.

  • La Antropología Psicológica, tiene por objeto la conducta humana en su perspectiva psíquica o psico-somática, tanto en sujetos normales como en individuos afectados por desequilibrios psíquicos o emocionales, por eso cabe en ella el psicoanálisis y la parapsicología.
  • La Antropología Cultural, es quizás la más difundida y conocida entre el gran público, se ocupa del estudio etnológico de los pueblos primitivos, sus costumbres, sus ritos, sus relaciones, su lenguaje, su moral y su religión.
    • Influida por el Estructuralismo, la Antropología Cultural ha pretendido ser la única antropología válida. Se la presenta como la mejor alternativa posible a la Antropología Filosófica, incluso se atreve a hablar de la muerte etnológica de la Filosofía, su postulado más conocido es que “el hombre ha muerto”, entendiendo esta muerte como la desaparición del sujeto humano (Foucault).
    • La Antropología Social, cuyo objetivo es el estudio de las sociedades actuales; con frecuencia se la confunde con la Sociología.
    • La Antropología Teológica o Religiosa, investiga y explica el dato revelado sobre el hombre. En Europa continental, cuando se habla de Antropología se entiende como Antropología Física, de los aspectos culturales y sociales se ocupa la Etnología. En Inglaterra, el término Antropología se refiere fundamentalmente a la Antropología Social, los aspectos físicos se reservan para la Paleontología y la Genética y de los aspectos culturales se ocupan la Arqueología y la Historia. En Estados Unidos, cuando se habla de Antropología se refieren básicamente a la Antropología Cultural donde se incluyen algunos datos de Paleontología humana y de Genética. Actualmente se habla principalmente de tres ramas o tipos de antropología que se ocupan de dar una visión totalizadora del hombre en sus dimensiones natural, social y cultural, al referirse a la:
  • La Atropología Física.
  • La Antropología Cultural.
  • La Antropología Filosófica.

La Antropología Filosófica

Al fijarse en las publicaciones aparecidas en los últimos años y en las ponencias desarrolladas en los congresos de Filosofía, el tema del hombre es algo que se repite constantemente dentro del ámbito de la especulación filosófica contemporánea. Desde Kant la visión del hombre se ha hecho más compleja. En el siglo XIX aparecieron las llamadas ciencias humanas y las antropologías de carácter científico, y al filo del primer cuarto del siglo XX surge la Antropología Filosófica de la mano de Max Scheler. Este autor fue el primero que logró sistematizar un conjunto de conocimientos acerca del hombre incorporando los hallazgos de las ciencias humanas. Se trata, por tanto, de dar cuenta de la realidad del hombre desde la confluencia de los datos científicos y la interpretación filosófica.

Hay autores que hablan de Filosofía del hombre, en lugar de Antropología Filosófica, del mismo modo que hablan de Filosofía de la Historia, de Filosofía de la Naturaleza, o de Filosofía del Lenguaje. En la Antropología Filosófica lo filosófico ha pasado a ser adjetivo, tal vez debido a un complejo inconsciente de inferioridad derivado del viejo prejuicio neopositivista, siendo así que lo que se pretende hacer en esa ciencia es una verdadera filosofía. Aunque desde el punto de vista lógico y epistemológico parece más correcta la denominación Filosofía del hombre, sin embargo puesto que el uso común ya ha admitido la expresión Antropología Filosófica, desde que Max Scheler la hizo suya y la popularizó.

Al hablar de Antropología Filosófica es porque debe asumir con toda decisión el carácter filosófico y operar con conceptos filosóficos. El verdadero sentido de la filosofía está en responder al problema de la vida humana, de la práctica del hombre, de la felicidad del ser humano, o correlativamente, contribuir a la eliminación de los obstáculos que impiden la realización de las capacidades más elevadas del ser humano.

Para que la Antropología Filosófica sea verdaderamente filosófica debe ser, por necesidad, solidaria del discurso filosófico del pasado e integradora de los otros saberes filosóficos. Una interpretación filosófica del mundo implica necesariamente una interpretación del hombre y viceversa. De ahí que una existencia humana sin sentido convierte al mundo en un mundo sin sentido y lo mismo se puede decir a la inversa.

La Antropología Filosófica es por necesidad una antropología ontológica o metafísica, en el sentido de que es necesario abarcar la dimensión metafísica del hombre:

  • Su referencia al ser.
  • Su apertura al ser en general.
  • Su salida al fundamento absoluto del ser.

No se puede obviar tampoco la dimensión moral de la Antropología Filosófica. “En la medida en que el hombre intenta comprenderse a sí mismo, debe intentar comprender a la vez qué le deben significar los otros hombres, la naturaleza y la historia, todo lo que se encuentra y ocurre en su mundo[2].

El avance y el progreso de los distintos saberes sobre el hombre podrían obligar a repensar en profundidad el ser humano. La Antropología Filosófica se enfrenta así a una doble tarea:

  • En primer lugar, deconstruyendo un modo de entender al hombre desde unos parámetros más o menos obsoletos, que ya no sirven.
  • En segundo lugar, reconstruyendo una nueva imagen del hombre más en conformidad con los avances y logros de las ciencias.

Urgencia y necesidad del tema antropológico

Desde la modernidad, inaugurada por Descartes, el hombre pretende tomar la medida de su propio ser a partir de él mismo, considerado como sujeto autónomo desligado de la trascendencia y encerrado en los límites de la propia inmanencia. La filosofía moderna ha considerado al hombre casi exclusivamente como un sujeto epistemológico -un entendimiento que registra los datos de los sentidos, hace proposiciones, razona y busca la certeza, el conocimiento intelectual- pero no como el hombre que nace, sufre, muere. El hombre en su integridad.

En el siglo XX, los pensadores existencialistas alzaron su voz contra el racionalismo de la cultura moderna, precisamente porque privaba al hombre individual de su capacidad de pensar y le dictaba los modos y maneras de vivir. La tecnología y la burocracia, exponentes claros del racionalismo moderno, dirigen y regulan cada vez más la vida, condicionan la visión de la realidad y deforman los modos de pensar. No es de extrañar que los existencialistas quisieran recuperar y colocar al hombre, individuo concreto, en el contexto de su vida de cada día, con todo su misterio y problematicidad, como centro de su preocupación filosófica. Heidegger con su descubrimiento de la finitud y del carácter temporal del hombre, logró minar el mesiánico optimismo de la concepción del hombre propuesta por la ideología de la Ilustración.

Hoy como nunca en el pasado urge desvelar el misterio del ser del hombre, su lugar y estatuto en el mundo, el sentido presente y futuro de su existencia. El hombre es un ser que interroga, que pregunta y se pregunta, que puede y debe preguntar. Entre todos los seres del universo el único que se siente angustiado por la eterna pregunta es el ser humano. Solo él tiene la ardua tarea y responsabilidad de encontrar el sentido de su propia existencia, “yo me había convertido para mí mismo en una gran pregunta[3].

Max Scheler, a quien muchos consideran como el fundador de la Antropología Filosófica, habla sobre el carácterproblemático” de la pregunta sobre el hombre. Hoy se es testigo de la más profunda crisis de identidad del hombre que hayan conocido los tiempos, “el hombre ya no sabe lo que es y se da cuenta de que no lo sabe”.

En esta misma línea de pensamiento, Heidegger constata que ninguna época ha acumulado tantos conocimientos sobre el hombre como la actual; sin embargo, ninguna época supo menos qué sea el hombre. “A ningún tiempo se le presentó el hombre como un ser tan misterioso”.

Con frecuencia se afirma que nunca como hoy ha estado el hombre tan preparado para dar una respuesta filosófica sobre sí mismo. El extraordinario desarrollo de las llamadas ciencias humanas logra ofrecer un mejor entendimiento y comprensión de los mecanismos que orientan y dirigen la vida y la conducta del hombre. El progreso tecnológico, con su secuela de logros y amenazas, el neoliberalismo imperante en la sociedad postmoderna con su enorme carga de solipsismo y de individualismo competitivo y consumista, están generando oscuridad y verdadera incertidumbre sobre la auténtica esencia del hombre y sobre la razón profunda y última del ser humano.

En el Discurso inaugural de la Conferencia del CELAM en enero del 1979[4], el Papa Juan Pablo II señalaba que “quizás una de las debilidades más llamativas de la civilización actual esté en una adecuada visión del hombre. La nuestra es, sin duda, la época en que más se ha escrito y hablado sobre el hombre, la época de los humanismos y del antropocentrismo. Sin embargo, paradójicamente, es también la época de las hondas angustias del hombre respecto de su identidad y destino, del rebajamiento del hombre a niveles insospechados, época de valores humanos conculcados como jamás lo fueron antes”.

En este contexto de pérdida de identidad, de incertidumbre y desconcierto respecto a la imagen del hombre, la reflexión filosófica, crítica y sistemática, sobre el ser y el significado del hombre se convierte en una de las tareas más urgentes de la actualidad. Las interrogantes sobre la esencia del hombre y sobre el significado de su existencia no nacen de una simple curiosidad científica. Los problemas antropológicos se imponen por sí mismos, irrumpen en la existencia y se plantean por su propio peso. La Antropología Filosófica no crea ni inventa los problemas del hombre, se los encuentra, los reconoce, los asume, los examina críticamente, e intenta fatigosamente, dar una respuesta que pueda iluminar la problemática concreta y existencial.

Cuando se logra constatar la dureza y fatiga del trabajo diario, el cansancio de vivir, la impotencia para alcanzar una felicidad verdadera y una paz estable, la soledad y el aislamiento de los hombres y mujeres de nuestro mundo, es decir, el contraste entre lo que la persona es y lo que le gustaría o debería ser para vivir plenamente como humanos, son experiencias que invitan a reflexionar y a plantearse toda una serie de interrogantes ineludibles:

  • ¿Quién es el hombre?
  • ¿Quién soy yo?
  • ¿Por qué y para qué se ha nacido?
  • ¿Cuál es el sentido de la vida? Todos estos interrogantes se imponen independientemente del credo religioso o metafísico que se profese.

Estatuto epistemológico de la Antropología Filosófica

Con frecuencia se pone en entredicho el carácter y el valor científico de la Antropología Filosófica, se está acostumbrado a la verificación experimental de las ciencias empíricas, consideradas por muchos como el único saber válido. Las características propias del ser del hombre, tema de la Antropología Filosófica, obligan a modificar el concepto de ciencia tan en boga hoy día. La ciencia no tiene por qué agotarse en la experimentación y el cálculo. Es un grave error confundir el ser con lo material y cuantificable. Hay otros paradigmas que no son los matemáticos. El objeto específico del conocimiento humano es lo real en cuanto real sea del orden sensitivo sea del orden metaempírico.

Es posible notar que las diversas ramas de la Antropología estudian aspectos parciales y empíricos del hombre, ninguna de ellas lo estudia como totalidad, como persona y en cuanto persona, como sujeto personal y en su globalidad. Es justo, que haya una ciencia que tenga como objetivo interpretar y conocer a la persona como totalidad real y sustantiva, en sus últimos fundamentos o estructuras, siempre bajo la luz de la razón natural, que es lo propio de la Filosofía.

Se ha objetado que siendo el hombre un ser multidimensional y plurivalente no puede ser objeto de una ciencia totalizante; sin embargo, se ve como perfectamente posible una ciencia integradora de los diferentes saberes sobre el hombre en un sistema de superior generalidad y abstracción que tenga en cuenta los datos de las otras antropologías para lograr una integración inteligente en las estructuras últimas. Esas estructuras últimas no son experimentables ni cuantificables, pero son reales ya que constituyen a la persona en cuanto persona, y porque son reales, son inteligibles.

También se objeta que toda ciencia persigue elaborar modelos y leyes universales, dado que el hombre es un ser singular e irrepetible y además diacrónico -que se hace con el fluir de la historia-, se piensa que no es posible establecer leyes universales sobre el sujeto humano. Es cierto que el hombre es un ser singular, pero también es un ser genérico, tiene sus singularidades, pero también tiene toda una serie de constantes estructurales últimas que son el verdadero objeto de la Antropología Filosófica.

La reflexión filosófica sobre el hombre debe tener en cuenta las investigaciones y logros de las ciencias positivas so pena de caer en una especulación estéril, pero su tarea principal no es enumerarlas y aceptarlas, sino someterlas a una crítica racional, y buscar a través de ellas lo que es universal y perteneciente a todo hombre, al hombre por ser hombre. Solo así se convertirá en una “ciencia fundamental de la esencia y de la estructura esencial del hombre[5]. Esta misión crítica es característica de todo saber auténticamente científico, como defienden los filósofos de la ciencia.

Corresponde, entonces, al saber filosófico trazar las coordenadas que permitan hablar del hombre como persona en el contexto global del universo teniendo en cuenta todos los datos y todas las dimensiones. El hombre -la humanidad- se presenta como fruto de una larga evolución -cosmológica, biológica y cultural- y también como una realidad en devenir, incompleta, abierta tanto al desarrollo como a la decadencia y al peligro de la autodestrucción. Una ciencia del hombre no podrá ser sim plemente constatadora, tiene que ser crítica y también normativa, si este hacerse del hombre y de su mundo ha de estar dirigido por los recursos de la inteligencia, de la racionalidad y de la responsabilidad ética.

La Antropología Filosófica presta un gran servicio a las otras ciencias humanas al explicar la estructura profunda del hombre. Las otras antropologías presuponen y dependen de una filosofía del hombre que las fundamente y justifique. Sin embargo, la Antropología Filosófica no puede pretender explicar exhaustivamente lo que el hombre es, ni recoger todo lo que se ha dicho sobre él, porque es inabarcable. Su cometido es aportar un conjunto de verdades fundamentales sobre la realidad estructural última de la persona humana, como unidad original y misteriosa, para conseguir su mejor compresión y servir de base a la creación de un nuevo humanismo.

Las ciencias positivas están ancladas en el puro fenómeno humano, pero a veces van más allá de su territorio propio y traspasan las fronteras de lo fenoménico, atribuyéndose la categoría de explicación universal del hombre, con lo cual han producido esas falsas ontologías reduccionistas que se conocen como:

  • Biologismo.
  • Psicologismo.
  • Sociologismo.

Que sueñan con abarcar la totalidad humana a base de reducirla a una de sus esferas particulares, ya sea:

  • Lo corporal.
  • Lo sexual.
  • Lo social. Tal ha sido el propósito de autores como Darwin, Marx, Freud o Comte.

La distinción, por tanto, entre las antropologías científicas y la Antropología Filosófica hay que situarla a nivel del objeto formal, esto es, en el punto de vista o enfoque específico de cada una de las antropologías. La filosofía se sitúa a otro nivel, en otra perspectiva diferente al resto de los discursos científicos, actúa como “intérprete” o “hermeneuta”de la racionalidad. Las ciencias humanas tratan al hombre desde aspectos sectoriales o puntuales (psicológico, social, económico, político, etc.), la Antropología Filosófica lo trata como sujeto personal y en su globalidad, buscando la naturaleza fundamental de su ser. Por tanto, la razón de ser y el objeto central de la Antropología Filosófica es la pregunta por aquello que constituye lo propio y específico del hombre.

El método de la Antropología Filosófica

En general, por método, se puede entender el camino o proceso para alcanzar el conocimiento de algo. Sin embargo, el conocimiento de la compleja realidad humana no puede ser total, porque siempre se podrá conocer más y mejor el “misterio”o “enigma” del hombre. Para tener acceso a lo que es esencial en el hombre se debería hacer a partir de su obrar, que es lo más manifiesto para todos, es decir, se trata de obtener un conocimiento filosófico y esencial del hombre desde una base fenomenológica.

Para las ciencias del hombre su objeto -el hombre- está previamente dado, acotado, definido empíricamente. Para la Antropología Filosófica, el hombre no está dado a la manera de un dato empírico. El hombre es una realidad singular, sorprendente, que tiene la particularísima característica de poder y tener que apropiarse su propia realidad. El ser humano es intimidad que trasciende el ámbito de lo circunstancial, escapa al encuadre espacio-temporal y se relaciona con el ser. El hombre es:

  • Una totalidad abierta.
  • Un movimiento de autotrascendencia.
  • Un proyecto siempre abierto hacia esas totalidades indefinidas que son el ser, el bien, la verdad y la belleza. Para santo Tomás el hombre se encuentra en el horizonte entre la realidad espiritual y la material, entre el tiempo y la eternidad.

Durante los dos últimos siglos, muchos filósofos deslumbrados por el éxito de las ciencias de la naturaleza, han querido aplicar la metodología experimental al estudio de la realidad humana; los resultados no han sido satisfactorios. Sobra información científica y falta dar una respuesta lo más completa posible al problema del hombre integral. Antes de iniciar la reflexión filosófica, el hombre había vivido desde hacía siglos y había reflexionado sobre su propia existencia; poco a poco fue capaz de objetivizar sus sentimientos y expresarlos en narraciones míticas y creencias sociales; esto supone una “precomprensión orientadora” de mismo, como condición preliminar de cualquier exposición inteligente del ser humano. La filosofía no puede eliminar estos conocimientos, su empeño será ordenar, verificar, examinar críticamente y encontrar una imagen coherente del existente humano. De ahí que su método tenga que ser necesariamente abierto y comprensivo, capaz de abarcar la complejidad y totalidad de lo humano.

No se puede reducir la Antropología a mera Fenomenología, por descontado que puede y debe usar el método fenomenológico, pero su vocación esencialmente metafísica exige también otros procedimientos que no sean la simple mostración de esencias puras. El ser humano, como sujeto consciente, no vive en un mundo de simple acontecimientos, se enfrenta inmediatamente a sus vivencias y conversa consigo mismo. Es lo que los antropólogos llaman “autotestimonialidad” o el hecho de ser testigos de lo que el ser humanes y lo que le ocurre. De ahí que el primer momento del método de la Antropología Filosófica sea el análisis de la experiencia del propio yo.

La vía fenomenológica abre la puerta al sujeto humano, pero es preciso dar el salto al fundamento ontológico del mismo, llegar hasta su naturaleza espiritual y el fundamento en que se apoya. No vale la mera descripción de los estados subjetivos de conciencia, es preciso trascender el plano fenomenológico descriptivo y existencial para acceder al plano metafísico. Sin su dimensión metafísica el hombre no es verdaderamente humano.

La Antropología Filosófica, por tanto, requiere un método complejo el cual se podría denominar fenomenológico trascendental.

  1. En la fase fenomenológica se recogen los datos referentes al ser y al obrar del hombre tanto por la observación objetiva como por la introspección.
  2. En la fase trascendental se busca la justificación y explicación última y exhaustiva de todos esos datos, es decir, se pasa del obrar del hombre a las condiciones ontológicas que lo hacen posible; buscando pasar del hacer al ser del hombre. Del fenómeno al fundamento[6].

Conclusión

La pregunta filosófica, tanto por su origen como por su finalidad, es siempre pregunta antropológica, puesto que es el hombre quien descubre el fundamento y sentido de las cosas. Por eso sería posible concluir diciendo que la Antropología Filosófica quiere responder adecuadamente a la pregunta qué es en realidad el hombre en cuanto hombre, es decir, en su globalidad.

En la antigüedad, Sócrates ponía el ideal humano en el conocimiento de una verdad absoluta buscada y encontrada dentro del mismo hombre, en su interioridad. Otros autores ponen la cuestión antropológica en el sentimiento de soledad vivido por el ser humano en momentos muy puntuales de su historia, esos momentos en los que se ha visto a sí mismo como problema porque se siente a la intemperie, sin protección ni apoyos, y se enfrenta a la pregunta por su ser radical.

Las etapas más significativas de la cuestión antropológica son las siguientes:

  • Filosofía griega.
  • Pensamiento cristiano.
  • Filosofía moderna.
  • Antropología contemporánea.

Los griegos estudiaron al hombre como elemento integrante del cosmos y en relación directa con él. El cristianismo lo hizo teniendo en cuenta su origen especial y su destino trascendente:

  1. La filosofía moderna lo encerró en su propia intimidad y lo vio exclusivamente desde sí mismo.
  2. La antropología contemporánea lo considera en relación con sus semejantes y con la historia.

Se vive en una época de gran penuria ética lo cual puede impulsar a buscar hoy más que nunca una respuesta al problema del hombre. Para ello puede servir responder a las famosas preguntas kantianas:

  • ¿Qué se puede saber?
  • ¿Qué debería hacerse?
  • ¿Qué está permitido esperar?

Estas preguntas se resumen en una: ¿qué es el hombre? Una antropología de corte humanista debiera ser capaz de ofrecer una visión cabal de lo que el hombre es en todas sus dimensiones: biológicas, sociales, culturales, como realidad referencial, y así dar cuenta de las infinitas posibilidades que la vida le ofrece para realizarse en libertad con los otros, como ser en el mundo abierto a la trascendencia.

Texto de Referencia

  • Jabares Cubillas, Mario (Mayo 2012). «Voz:Antropología». Simón Vázquez, Carlos, ed. Nuevo Diccionario de Bióetica (2 edición) (Monte Carmelo). ISBN 978-84-8353-475-5.

Bibliografía

Referencias

  1. Cratilo, 399 c
  2. Scherer
  3. San Agustín
  4. Juan Pablo II (Domingo 28 de enero de 1979). Discurso inaugural de la Conferencia del CELAM. Puebla, México: Vaticana. Consultado el 17 de mayo de 2020. 
  5. Max, Scheler (5 de marzo de 2013). «La idea del hombre a través de la historia en Max Scheler». Textosfil. Consultado el 18 de mayo de 2020. 
  6. Fides et ratio, 83