Control demográfico

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Introducción[editar | editar código]

La composición de la población, su estructura y su dinámica están fuertemente interrelacionadas con la sociedad de la que forman parte.

Desde hace unas décadas, y fruto de las aportaciones de distintos autores y disciplinas, las referencias a la 'globalización' o a la 'sociedad global' se han convertido en referente explicativo de los múltiples cambios que están acaeciendo en la actualidad. Sociólogos, economistas, politólogos, antropólogos y especialistas en estudios culturales han aportado multitud de reflexiones sobre el proceso de globalización en cada uno de sus ámbitos de estudio. La gran mayoría de ellos coinciden en que el proceso homogeneiza e interconecta a las distintas sociedades, haciendo del mundo "un lugar único" en palabras de Robertson. Es, entonces, la superación del tiempo y del espacio (Giddens, 1995), la existencia de un único sistema económico y financiero (Stiglitz, 2002), la posibilidad de interconexión entre distintas partes del planeta a través de las tecnologías de la información (Castells, 2006) o el intento, predicado ya por Kant siglos atrás de la denominada "democracia cosmopolita" (Held, 1997), algunas de las características que definen la sociedad que se está configurando.

En 1946 fue creada la Comisión sobre Población por el Consejo Económico Social de las Naciones Unidas con el objeto de estudiar y diagramar polí­ticas, sobre los cambios en la población, incluyendo las migraciones internacionales y sus efectos sobre las condiciones económico-sociales. En 1994 cambió su nombre por la Comisión sobre Población y Desarrollo[1] y se decidió que se reuniera anualmente desde 1996 para seguir la implementación del Programa de Acción adoptado en la Conferencia de El Cairo.

Según la información oficial distribuida por el Consejo Económico Social en El Cairo (1994), «se decidió por consenso integrar los programas de planificación familiar dentro de un nuevo acercamiento comprehensivo a los servicios de salud reproductiva. Fueron reconocidos la educación y el empoderamiento de las mujeres como el camino más efectivo para reducir las tasas de crecimiento de la población y promover el desarrollo sustentable. Con la adopción del Programa de Acción, la comunidad internacional destinó recursos especí­ficos para asistencia internacional de población, que permitirían a los paí­ses hacer que la salud reproductiva y la planificación familiar fueran accesibles a todos, no más allá de 2015. Esto también obligó a los paí­ses donantes a incrementar significativamente los fondos para las actividades relacionadas con la población y reafirmar el consenso global de que las decisiones sobre planificación familiar eran un derecho humano básico de las parejas y de los individuos».

Datos del problema[editar | editar código]

El problema demográfico es una cuestión relativamente reciente. Desde un punto de vista científico se plantea ante las ideas vertidas en el Essay on Population, Ensayo sobre la Población de 1798 escrito por R.T. Malthus (1766-1834)[2]. Independientemente de lo expresado en dicha obra, el catastrofismo de base allí enunciado no se ha cumplido. Los datos científicos así lo afirman. Sin embargo, los prejuicios ideológicos y políticos sustentados por el maltusianismo y el neo maltusianismo han intentado controlar la población mundial a través de la planificación familiar donde se alteran las fuentes de la vida y la misma concepción del matrimonio, de la familia y de la persona. En efecto, el maltusianismo con sus frenos clásicos pretende frenar la población para que los pobres no invadan el país (Inglaterra) no recurriendo a medios artificiales. La siguiente generación de seguidores de Malthus no tuvieron la sensibilidad aducida por el ministro anglicano y decidieron que el control de la población habría que llevarlo ante todo y sobre todo a través de la anticoncepción. Las ligas neo maltusianas surgen como setas por todo el país para difundir y socializar en amplias capas de la población los medios a los que recurrir para evitar el exceso de población que se pretendía evitar. Y de hecho se consiguió. No es cuestión de señalar aquí y ahora la comprobación interesante de comparar la caída del Imperio Británico coincidiendo con una debilidad desconocida hasta la fecha en cuestión de población. Las ligas maltusianas influyeron en la sociedad británica al introducirse poco a poco en el mundo sanitario. Se tiene a A. Besant y ulteriormente a M. Stopes que difunden en ambientes sanitarios los procedimientos del control. Así el Birth Control[3] pieza clave del control demográfico se exporta al área próxima de influencia: Estados Unidos. Allí se difunde en la sociedad neoyorquina a través de la enfermera M. Sanger que exporta la contracepción que pasa a ser llamada ahora planificación familiar. Al utilitarismo de fondo presente desde el principio en el movimiento maltusiano y neomaltusiano se le suman ahora un cierto eugenismo y un feminismo radical. Es ahora cuando comienza también a gestarse retazos de la llamada ideología de género, donde se cuestiona entre otras cosas el por qué la mujer debe ser madre. El neomaltusianismo toma carta de ciudadanía en las distintas conferencias de población (Roma. Bucarest, Ciudad de México, El Cairo) donde se perfeccionan estrategias y planes de acción con el fin de acabar con la amenaza de la “Explosión demográfica” que amenaza la pervivencia del planeta. La impronta ideológica es ciertamente fuerte en la oficina de población de las Naciones Unidas. Estudios recientes llegan a afirmar que solo el 5% de la superficie terrestre está superpoblada. Pero quizá la idea subyacente en ciertos organismos es la de mantener un status quo irritante y por tanto lesivo para la dignidad humana.

No hay cientificidad en los datos catastrofistas aportados por los que apuntan que la población es una bomba que en cualquier momento puede estallar. Lo que sí hay es una injusta distribución de los recursos de la tierra. Un injusto reparto de los mismos que se trata de paliar consumiendo las fuentes de vida y alterando e impidiendo el derecho de todo hombre al matrimonio y a la familia.

Ideologización de las campañas antinatalistas[editar | editar código]

Las oportunidades y las motivaciones para procrear varían considerablemente de unos entornos a otros, dando lugar a una gran variabilidad en el número de hijos o hijas por mujer.

Desde hace bastantes años hay una ideología difusa, pero efectiva - ecologista, neomalthusiana, naturalista, materialista- en la presentación convencional del problema de la llamada “explosión demográfica”, que hoy sigue siendo materia de una verdadera campaña mundial organizada en favor de la anticoncepción, e incluso del aborto, en nombre de valores supuestamente “humanistas”.

Se dice que el aumento de la población, proyectado en un futuro próximo, puede conducir inexorablemente a un periodo de escasez proporcional de alimentos, de energía, de servicios, etc., con un deterioro de la calidad de vida y un peligroso colapso de la especie humana. Todo esto está avalado por estadísticas, curvas y gráficos de todo tipo, dando a esta presentación del problema la apariencia de una predicción “científica” de la catástrofe que se pudiera avecinar. De hecho, la manipulación estadística es muy frecuente en esta materia. No es claro que el ritmo actual de nacimientos se mantenga o crezca, puesto que en gran parte el crecimiento demográfico se debe al progreso de la medicina: disminución de la mortalidad infantil y aumento de la edad media de vida. Además la mayor parte de la tierra está deshabitada. Los recursos de alimentación y energía tienden a crecer constantemente en virtud del progreso tecnológico. Por último, y es una razón de peso importante, la tendencia de los países más desarrollados es de crecimiento cero o negativo, necesitando mano de obra de los países con más población.

Consecuencias de estos augurios catastrofistas es que se urge a los gobiernos, a las instituciones y a las familias a adoptar drásticas políticas anticonceptivas, que a menudo incluyen la esterilización quirúrgica, el aborto legalizado y la eugenesia.

Argumentación de la iglesia[editar | editar código]

Pío XII emitió el 20-I-1958 un juicio que se ha cumplido posteriormente: “La superpoblación no es, pues, una razón válida para difundir las prácticas ilícitas del control de los nacimientos, sino el pretexto para legitimar la avaricia y el egoísmo, ya sea de las naciones que temen la expansión de las otras como un peligro para la propia hegemonía política y el descenso del tenor de vida, ya sea de los individuos, especialmente los más dotados de medios de fortuna, que prefieren el más amplio goce de los bienes terrenos al orgullo y al mérito de suscitar nuevas vidas”.

Pío XII reconoce el problema demográfico, pero la solución al problema no es la recomendación de la anticoncepción, sino una mejor distribución de la riqueza, de los recursos por parte de los países desarrollados en beneficio de los menos desarrollados. Aquí está el verdadero problema: un colonianismo económico por parte de los países desarrollados sobre los menos desarrollados, imponiéndoles a la fuerza una serie de medidas (entre ellas el control de la natalidad) para que sea efectiva la ayuda.

Juan Pablo II, lo ha abordado en diferentes ocasiones: “Otro fenómeno actual, en el que confluyen frecuentemente  amenazas y atentados contra la vida, es el demográfico. Este presenta modalidades diversas en las diferentes partes del mundo: en los países ricos y desarrollados se registra una preocupante reducción o caída de los nacimientos; los países pobres, por el contrario, presentan en general una elevada tasa de aumento de la población, difícilmente soportable en un contexto de menor desarrollo económico y social, o incluso de grave subdesarrollo”.

Con los textos antes señalados de los diferentes Papas, se confirma la gran responsabilidad de los gobernantes de los países desarrollados y los otros países en vías de desarrollo, para que las actuaciones sobre el desarrollo sean conformes a la ley divina, a la moral, a la dignidad de la persona humana.

Dice Juan Pablo II: “Ante la superpoblación de los países pobres faltan, a nivel internacional, medidas globales -serias políticas familiares y sociales, programas de desarrollo cultural y de justa producción y distribución de los recursos- mientras se continúan realizando políticas antinatalistas (...) Estos (los poderosos de la tierra) consideran también como una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus países. Por consiguiente, antes que querer afrontar y resolver estos graves problemas respetando la dignidad de las personas y de las familias, y el derecho inviolable de todo hombre a la vida, prefieren promover e imponer por cualquier medio una masiva planificación de los nacimientos. Las mismas ayudas económicas, que estarían dispuestos a dar, se condicionan injustamente a la aceptación de una política antinatalista”.

Y añade Juan Pablo II: “estamos en realidad ante una objetiva conjura contra la vida, que ve implicadas incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto”

En el fondo de toda esta cuestión, hay una idea perversa de la libertad humana[4], un eclipse del sentido de Dios y del hombre[5]: “En lo íntimo de la conciencia moral se produce el eclipse del sentido de Dios y del hombre, con todas sus múltiples y funestas consecuencias para la vida. Se pone en duda, sobre todo, la conciencia de cada persona, que en su unicidad e irrepetibilidad se encuentra sola ante Dios (...) La conciencia moral, tanto individual como social, está hoy sometida, a causa también del fuerte influjo de muchos medios de comunicación social, a un peligro gravísimo y mortal, el de la confusión entre el bien y el mal en relación con el mismo derecho  fundamental a la vida (...) Sin embargo, todos los condicionamientos y esfuerzos por imponer el silencio no logran sofocar la voz del Señor que resuena en la conciencia de cada hombre. De este íntimo santuario de la conciencia puede empezar un nuevo camino de amor, de acogida y de servicio a la vida humana

La Iglesia ha propuesto constantemente la superación del egoísmo y la avaricia -siempre presentes tras la anticoncepción- mediante un enérgico impulso del desarrollo y una repartición más justa de la riqueza mundial.

Pablo VI, en sendos discursos ante la FAO, decía: “Ciertamente ante las dificultades que hay que superar, existe la gran tentación de usar la autoridad para disminuir el número de los comensales más que multiplicar el pan a repartir” (1970). Y en 1974: “Es inadmisible que los que controlan las riquezas y los recursos de la humanidad traten de resolver el problema del hambre prohibiendo que nazcan pobres o dejando morir de hambre a niños cuyos padres no encajan en la estructura de planes teóricos basados en puras hipótesis sobre el futuro de la humanidad (...) ¿no es una nueva forma de hacer la guerra imponer a las naciones una política demográfica restrictiva  para asegu rarse de que no reclamarán la parte que les corresponde de los productos de la tierra?”.

Los Estados desarrollados y los organismos internacionales (ONU, FAO, Banco Mundial, etc.) no deben dirigir su ayuda a imponer la disminución de la natalidad por medios coactivos o moralmente inaceptables, sino a mejorar las condiciones para crear nuevas oportunidades de trabajo y mejorar la educación de la población. Lo mismo se puede decir en lo que se refiere a la asistencia médica. Hay que tener en cuenta que “el desarrollo debe realizarse en el marco de la solidaridad y la libertad, sin sacrificar nunca la una a la otra bajo ningún pretexto”[6].

Argumentación de Peter Singer[editar | editar código]

Su argumentación se desarrolla de la siguiente manera:

  • Primera Premisa: Si se pudiera impedir que algo ruin suceda sin tener que sacrificar algo de importancia comparable, se debería impedir que suceda.
  • Segunda Premisa: La pobreza absoluta es algo ruin.
  • Tercera Premisa: Existe una parcela de pobreza absoluta que es posible impedir sin que sea preciso sacrificar nada de importancia moral comparable.

El razonamiento de Singer se basa en impedir la existencia de una parcela de pobreza absoluta. En primer lugar, él reflexiona sobre la crueldad de la pobreza absoluta. Algunos de los indicadores que señala son que: 400 millones de personas no tienen las calorías, las vitaminas y los minerales necesarios para mantener sus cuerpos y sus mentes en condiciones saludables; 14 millones de niños menores de cinco años mueren anualmente por mala alimentación e infecciones y 180 millones viven en condiciones de extrema desnutrición. Sin embargo, a pesar de que reconoce que el problema no es que el mundo no sea capaz de producir lo suficiente para alimentar su población (por ejemplo, Estados Unidos consume en media 5 veces más granos que los países pobres), sino que, en los países ricos, se alimentan los animales con la mayor parte de los granos y luego lo transforman en productos lácteos, no profundiza en el problema de la distribución de recursos, alimentos, bienes, entre otros, como causa de la pobreza. Su planteamiento sobre la desigual distribución es simplista, pues lo reduce a la cuestión de los granos “mal utilizados” en los países ricos.

Llama la atención que el autor no realiza juicios éticos sobre la responsabilidad que tienen los ricos absolutos sobre la pobreza, porque considera que, dentro de su perspectiva consecuencialista, es mejor evitar entrar en censuras que cohiban la “obligación de ayudar”, es decir, al censurar a los ricos sería más difícil persuadirlos para que ayuden con dinero a los pobres: “...no pretendo estar emitiendo juicios éticos sobre la riqueza absoluta, apenas llamar la atención para el hecho de ella existir..."

Su tercera premisa se refiere directamente al compromiso ético que los ricos deben asumir ante la pobreza absoluta, algo que pueden hacer sin sacrificar alguna cosa de importancia moral comparable. Peter Singer considera que ese último principio deben aceptarlo todos, tanto los consecuencialistas como los no-consecuencialistas. Desde su postura utilitarista de “mejores consecuencias”, en la cual, una vez analizadas todas las alternativas, se deben favorecer los intereses de los que son afectados, el autor considera que, en lugar de “configurar una ética para santos y héroes”, que exija algo exagerado que nadie cumpla, es preferible un nuevo abordaje donde se logren compromisos concretos aunque limitados de parte de los ricos. Por ello, no desea entrar en la discusión sobre el contraste entre la riqueza y la pobreza, sino examinar su ética ante la pobreza: “compromiso de ayudar”, en el contexto actual del mundo.

“Tal vez la más seria objeción al argumento de que tenemos obligación de ayudar sea a que, como la mayor causa de la pobreza absoluta es el exceso de población, ayudar a los que hoy viven en situación de pobreza apenas aseguraría que más personas naciesen para vivir en la pobreza del futuro” (Singer, 1994:247).

Más, ese argumento para “obligar éticamente” a que los ricos absolutos ayuden con dinero a los pobres absolutos se tropieza con algunos hechos que ponen en duda la objetividad de su afirmación.

Él encuentra la solución a esa disyuntiva en la teoría sobre transición demográfica, la cual se reduce a la afirmación que, cuando aumenta el patrón de vida, disminuye la población. En ese sentido, afirma que no se puede permitir una política de “triaje”, cuando existe la posibilidad de que el crecimiento de la población pueda ser controlado sin recursos crueles y “selectivos”.

Aspectos morales del control demográfico[editar | editar código]

La doctrina ética en torno al tema podría sintetizarse en cuatro puntos:

  1. Los matrimonios tienen el derecho de procrear sin que el Estado marque de antemano el número de hijos.
  2. Son inmorales aquellas campañas llevadas a cabo por ciertos gobiernos para esterilizar a la población, especialmente a las mujeres de las naciones pobres con el fin de evitar los nacimientos.
  3. Las campañas pro aborto y anticonceptivas causan un grave daño no solo moral sino social, ya que alteran la identidad cultural y religiosa de los pueblos sometidos a tales campañas.
  4. Los gobernantes deben buscar condiciones de desarrollo acordes a la dignidad humana en los países donde todavía no se den. Es un mandato grave que les señala el trabajar por el bienestar social sin recurrir contra principios y bienes morales.

Conclusión[editar | editar código]

Reiterando, es importante que se entienda que el problema de la pobreza está situado en un plano diferente al crecimiento demográfico. En un amplio trabajo presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, “Desarrollo Humano”[7], se aporta un interesante análisis del problema de la pobreza. En él se destaca que es la ausencia de compromiso político, y no la falta de recursos financieros, la causa de la miseria. Países más pobres pero con mejor distribución económica logran resultados sorprendentes. Las tasas de esperanza de vida, alfabetización, entre otras, son muy superiores en Costa Rica que en Kuwait, a pesar de que su ingreso per cápita es cuatro veces menor (Kliksberg, 1993). Por lo tanto, se considera que, si el ingreso per-cápita no está diciendo de la pobreza real de un pueblo, ¿por qué seguirlo utilizando como indicador de desarrollo? Más aún, ¿por qué considerar que el denominador de su expresión, la población, es el obstáculo principal para el desarrollo? Aunque sea cierto, en términos aritméticos, que la menor cantidad de población dará un resultado mayor del ingreso per-capita, en términos de calidad de vida, distribución de la riqueza, derechos humanos, no se encuentra relación entre ingreso per-cápita y condiciones de vida de la población.

Otras voces[editar | editar código]

Texto de referencia[editar | editar código]

  • Vázquez, Carlos Simón (Mayo 2012). «Voz:Control demográfico». Simón Vázquez, Carlos, ed. Nuevo Diccionario de Bióetica (2 edición) (Monte Carmelo). ISBN 978-84-8353-475-5.

Bibliografía[editar | editar código]

  • Malthus, R.T (1996). Ensayo sobre la Población. Madrid: Altaya. 
  • Cascioli, Ricardo (1998). El complot demográfico. Madrid: Palabra. ISBN 84-8239-239-5. 
  • D’Entremond, A. (2001). Diez temas de demografía. Madrid: S.A. EIUNSA. ediciones internacionales universitarias. 
  • Schooyans, M. (2004). Control de los nacimientos e implosión demográfica. Madrid: AAVV. 
  • Simón, C. (2003). Estudio histórico‑crítico del concepto y término de Planificación Familiar. Murcia. 
  • Salvini, G. (2000). La popolazione mondiale all’inizio del 2000. Civiltà Cattolica. pp. 337 - 349. 

Referencias[editar | editar código]

  1. «Fondo de Población de las Naciones Unidas». 
  2. Malthus, Thomas (1798). «An Essay on the Principle of Population». Printed for J. Johnson, in St. Paul’s Church-Yard. Consultado el 1 de junio de 2020. 
  3. «Birth Control». 
  4. cfr. EV, 18-20
  5. cfr. EV, 21-23
  6. Juan Pablo II (30 de diciembre del año 1987). SOLLICITUDO REI SOCIALIS. Roma: Vaticana. Consultado el 1 de junio de 2020. 
  7. «Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo».