Médico

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Introducción[editar | editar código]

La Medicina es una de las profesiones más antiguas que se conocen.

Desde la aparición del hombre sobre la tierra, siempre ha debido de encargarse alguien de curar a los otros cuando el cuerpo de los hombres perdía su fuerza y sus condiciones normales.

Desde tiempos remotos aquel que tenía la habilidad (ciencia y arte) de sanar a los demás era considerado de forma especial. No era un ser humano normal, sino alguien que poseía algo que los demás no tenían.

Se fue paulatinamente evolucionando a fenómenos y situaciones menos tangibles que afectaban el cuerpo humano (dolor, muerte) y las personas que aparecían cercanas a tales situaciones despertaban en los miembros de la colectividad gran respeto y consideración.

El médico en el periodo antiguo[editar | editar código]

Si la figura y el papel del médico ha despertado gran protagonismo e influencia en todos los tiempos, comienza a evidenciarse esta situación ya en la antigua Grecia.

El médico no se ve acientíficamente, ni va a practicar una especie de magia u otra índole de acciones, sino que en este periodo se sentarán las bases para una cierta conducta lógica. El médico va a examinar al enfermo y va a intentar conocer y buscar las causas que producen la enfermedad.

El prestigio de los médicos va creciendo en la sociedad griega. Y así, en el siglo V a.C., tiempo de la aparición de la filosofía, se procura habilitar una base científica, apareciendo las escuelas de Medicina. La escuela que descuella es la fundada por la figura central de Hipócrates en el siglo V a.C. en la isla de Cos.

La escuela de Cos fue lugar donde se formaron muchos médicos y donde se pusieron los pilares para el ejercicio de la medicina. Hipócrates fue el primero que entendió la medicina como un ejercicio profesional al servicio del enfermo y separó la enfermedad de la concepción religiosa que hasta la fecha iban con frecuencia unidas.

Unió el ejercicio de la medicina con la ciencia ética de tal forma que la vida profesional del médico debía tener una unidad grande  con su entera esfera vital. Por otra parte, fundamentó científicamente la medicina privilegiando el aspecto clínico derivado de la minuciosa y atenta observación del paciente.

Muchas de las observaciones de Hipócrates fueron minuciosas y estuvieron presentes en la Medicina hasta finales del siglo XVIII. De esta manera, destaca igualmente por la gestación de un código para la profesión médica que es toda una apuesta por la vida y por el servicio al enfermo. (Juramento hipocrático).

Asclepiades de Bitinia También Asclepiades de Prusa, (124 o 129 a. C. – 40 a. C.). Fue un médico griego, nacido en Prusa (Bitinia, Asia Menor (Turquía) que ejerció y desarrolló sus trabajos sobre medicina en Roma. Su mayor fama la alcanzaría ejerciendo la medicina. Abiertamente en desacuerdo con la teoría hipocrática de los cuatro humores, desarrolló un cuerpo médico teórico basado en la teoría atomista de Demócrito.

En la antigua Roma, el ejercicio de la profesión médica no gozaba de gran relieve y consideración. Todavía se ligaba la medicina a las prácticas mágicas y a las creencias religiosas que los sacerdotes etruscos ejercían con los enfermos. Los médicos griegos fueron poco a poco conocidos y apreciados en Roma.

De entre dichos médicos destacó Asclepiades que tuvo un éxito más que notable debido a su gran habilidad. Él introdujo profundas modificaciones en la concepción médica en Roma y sentó las bases para imitar el ejercicio de la profesión médica tal como se hacía ya en Grecia. El primer gran médico escritor de la época fue Cornelio Celso, donde describe en su obra “de Re medica” gran cantidad de instrumentos quirúrgicos.

Otra característica de la época romana fue la de legislar el ejercicio de la medicina. En efecto, sin contar la importancia capital en la historia de la medicina del Código hipocrático, no había otras legislaciones en torno al tema.

Ya en el siglo II d.C. sobresale la figura de Galeno, un médico de origen griego, genial por sus intuiciones y por su agudeza y fiel a las enseñanzas clínicas de Hipócrates que le hicieron poseer unos conocimientos clínicos desconocidos hasta la fecha.

El médico en el periodo medieval[editar | editar código]

Con la caída del Imperio Romano, la profesión médica cayó en un cierto letargo. Al turbulento periodo de guerras, se sumaron las epidemias que diezmaron las poblaciones de forma recurrente y que imposibilitaron el sosiego para la investigación.

Cristianismo[editar | editar código]

Tuvo un aporte positivo con la aportación del don de la solidaridad y el amor por el prójimo como norma vital, harán que nazcan instituciones como el hospital. Pero serán los cristianos, los que se dediquen al cuidado especial de los enfermos.

Muchos monjes de este periodo medieval fundarán en sus propias abadías un lugar de reposo y curación para muchos abandonados y enfermos existentes en la época medieval.

Árabe[editar | editar código]

Aparece en este periodo la figura de Avicena (siglos X-XI) que escribió el Canon que durante muchos siglos fue el texto fundamental de las facultades de Medicina hasta el siglo XVI.

Sin embargo, en este periodo histórico, el médico, aun teniendo más conocimientos sobre las enfermedades que en épocas anteriores, no tenía ni los medios ni las posibilidades tanto diagnósticas como terapéuticas como para poder hablar de un claro avance en esta época.

Pocos se dedicaron a la cirugía, considerada como ciencia indigna de un profesional culto. El médico medieval, fiel a las doctrinas de Galeno, formulaba sus diagnósticos a través de la observación detallada y aguda con ayuda de la teoría de los humores examinando la orina, heces, sangre, esputos, etc.

Finales del siglo XIII y principios del XIV[editar | editar código]

Comenzó a desarrollarse la profesión del médico hospitalario gracias a la acción caritativa de las órdenes religiosas, que transformaron paulatinamente sus lugares de acogida de peregrinos en auténticos lugares de tratamiento y recuperación de enfermos.

La escuela de Medicina estuvo presente desde el primer momento junto con la Teología y el Derecho como enseñanza universitaria en la forja de una nueva sociedad que pasaba del agro a la urbe.

El médico en esta época carecía de especialidad y por ello, trataban absolutamente todo. Estudiaban y tenían su título, que era necesario para ejercer su profesión, como ocurría en Italia donde Federico II solo permitió al estudio salerlitano expedir dicho título.

El médico en el periodo moderno[editar | editar código]

Leonardo Da Vinci Fecha de nacimiento: 15 de abril de 1452, Italia Fallecimiento: 2 de mayo de 1519, Francia. Fue también un genio científico, Se conservan más de seis mil páginas de los cuadernos de Leonardo. Contienen miles de dibujos y gráficos acompañados de textos deliberadamente crípticos; por ejemplo, algunos fragmentos están escritos de derecha a izquierda, de modo que hay que leerlos con un espejo.

La nueva época distinta a la anterior se caracteriza por la búsqueda y curiosidad experimental que se dan cita en el Renacimiento. Afecta este movimiento cultural del Renacimiento a la medicina.

Se estudiaron por parte de los científicos en general y de los médicos en particular aspecto anatómicos necesarios para el futuro avance de la ciencia médica. Un ejemplo magnífico se puede encontrar en el personaje de Leonardo da Vinci, donde en sus cuadernos de Anatomía explica los hallazgos encontrados en la de cientos de cadáveres por él diseccionados en el hospital romano de Santo Spirito.

Andrés Vesalio es otro personaje de esta época. Pero no fue solo en la ciencia anatómica donde los avances se obtuvieron. También en la epidemiología de las infecciones los hallazgos fueron importantes para el diagnóstico y tratamiento.

Aparecen también el germen de futuras especialidades como la cirugía plástica, ortopédica, la pediatría, etc.

Con vistas a poder diagnosticar mejor las enfermedades quedó reflejado paradigmáticamente con el descubrimiento del microscopio que permitió la estructura, por ejemplo, de los vasos sanguíneos por parte de Malpighi.

El médico en la época contemporánea[editar | editar código]

El cirujano Jenner descubre por primera vez una vacuna que será un medio extraordinario para tratar las enfermedades infecciosas.

De los estudios anatómicos se pasaba ahora a estudiar las causas de la muerte con grandes avances aportados en anatomía patológica donde se estudia macro y microscópicamente la lesión en los tejidos.

Pasteur, padre de la microbiología, y después Koch contribuyeron a frenar las terribles epidemias que diezmaron la población europea de esos años por la tuberculosis.

Entre los descubrimientos mas resaltantes e importantes destaca el de la penicilina, descubierta en 1928 por Alexander Fleming, este tratamiento, junto con el diagnóstico de los rayos X por el Dr. Roentgen, supusieron una esperanza de vida desconocida hasta entonces para la humanidad.

El médico en la actualidad[editar | editar código]

Actualmente, el progreso técnico pone en las manos del médico una fuerza verdaderamente desconocida. Puede cambiar y sustituir órganos, trasplantarlos, puede curar enfermedades genéticas, puede prevenir situaciones letales.

En definitiva, tiene en sus manos la solución de muchos problemas. Pero ciertamente, este avance tecnológico ha hecho también surgir una serie de cuestiones éticas que necesitan atención. La proliferación técnica ha hecho que en la enseñanza de la medicina se fragmente excesivamente el saber con el riesgo de quedar comprometida esa visión holística característica de la medicina desde su aparición como ciencia.

¿Cuál debería ser la identidad de un médico en la actualidad? Debería buscar primordialmente el bien del paciente, es decir, el ejercicio virtuoso en su profesión. Para hacer realidad este noble ideal se necesitarán características como la benevolencia, la empatía, la compasión, etc. La conducta del médico virtuoso es aquella que debería estar marcada por la recta razón.

El médico es un hombre en servicio de todos.

Pero el médico del futuro, para poder hacer frente a las nuevas patologías, necesitará además de los estudios clásicos universitarios, una formación humana y unos conocimientos básicos de bioética en aras a un servicio integral al paciente. Cualquiera que sea la organización sanitaria del país, o cualesquiera que sean los avances tecnológicos o cualquiera que sea la inspiración cultural o ideológica del médico, nunca deberá de separarse de la conducta que se base en realizar el bien del paciente, no su bien, sino el particular de cada enfermo.

Se puede citar la propuesta de E.D. Pellegrino que sintetiza cómo debería ser la conducta del facultativo en su ejercicio de la medicina:

“Prometo satisfacer las obligaciones que asumo voluntariamente en virtud de mi profesión, de curar y de ayudar a los enfermos. Mis obligaciones se fundarán sobre la especial vulnerabilidad de los enfermos y sobre la creencia que ellos reclaman por mi parte toda mi competencia profesional. Por eso, me propongo en relación al bien del paciente y de sus múltiples formas de presentarse como el principio primero de mi ética profesional"

En referencia a dicho compromiso se aceptan las siguientes obligaciones:

  1. Poner el bien del paciente en el centro de mi ejercicio profesional cuando la gravedad de la situación lo requiera y por encima de mi interés personal.
  2. Poseer y mantener la competencia de los conocimientos médicos.
  3. Reconocer los límites de mi competencia y dirigirme a mis colegas de las diversas profesiones sanitarias cada vez que lo necesiten mis pacientes.
  4. Respetar los valores y las opiniones de mis colegas en las otras profesiones sanitarias.
  5. Asistir a todos aquellos que reclamen mi ayuda con el mismo interés para todos independientemente de su capacidad para el pago.
  6. Actuar principalmente y siempre a favor del mejor interés del paciente y no para promover intereses sociales, políticos o de economía sanitaria o personales míos.  
  7. Respetar el derecho moral que le pertenece a mi paciente a participar en las decisiones que le afectan, explicando con claridad, gentilmente y con un lenguaje comprensible para él, la naturaleza de su enfermedad y las ventajas del tratamiento que se le propone.
  8. Asistir a mi paciente a realizar elecciones que coincidan con sus valores sin coacción, engaño, o ambigüedad.
  9. Tener fe en aquello que escucho y aprendo considerándolo como parte integrante de mi asistencia a enfermo, a excepción de cuando exista el riesgo evidente y grave para otros.
  10. Ayudar siempre aún cuando no soy capaz y cuando la muerte es inevitable, prestar asistencia a mi paciente para que pueda morir de acuerdo con su proyecto de vida.
  11. No participar nunca en el homicidio directo activa y responsablemente de un paciente ni por piedad ni por petición del Estado o por cualquier otro motivo.
  12. Llevar a cabo mi obligación social de participar en las decisiones de política sanitaria con el fin de mejorar la situación sanitaria del país dando pistas de competencia y objetividad.
  13. Poner en práctica aquello que digo, enseño o creo y encarnar los principios expuestos en mi vida profesional.

El Buen Samaritano[editar | editar código]

La mirada contemplativa invita a ampliar la noción de cuidado.[1]

Según el último Bollettino de la Santa Sede, el cuidado de la vida es, por tanto, la primera responsabilidad que el médico experimenta en el encuentro con el enfermo. Esta no puede reducirse a la capacidad de curar al enfermo, siendo su horizonte antropológico y moral más amplio: también cuando la curación es imposible o improbable, el acompañamiento médico y de enfermería (el cuidado de las funciones esenciales del cuerpo), psicológico y espiritual, es un deber ineludible, porque lo contrario constituiría un abandono inhumano del enfermo. La medicina, de hecho, que se sirve de muchas ciencias, posee también una importante dimensión de “arte terapéutica” que implica una relación estrecha entre el paciente, los agentes sanitarios, familiares y miembros de las varias comunidades de pertenencia del enfermo:

  • Arte terapéutica.
  • Actos clínicos.
  • Cuidados que están inseparablemente unidos en la práctica médica, sobre todo en las fases críticas y terminales de la vida.

El Buen Samaritano, de hecho, "no sólo se acerca, sino que se hace cargo del hombre medio muerto que encuentra al borde del camino"[2]. Invierte en él no solo el dinero que tiene, sino también aquel que no tiene y que espera ganar en Jericó, prometiendo que pagará a su regreso. Así Cristo nos invita a fiarnos de su gracia invisible y nos empuja a la generosidad basada en la caridad sobrenatural, identificándose con cada enfermo: "Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 40). La afirmación de Jesús es una verdad moral de alcance universal: "se trata de “hacerse cargo” de toda la vida y de la vida de todos",[3] para revelar el Amor originario e incondicionado de Dios, fuente del sentido de toda vida.

Por este motivo, sobre todo en las estructuras hospitalarias y asistenciales inspiradas en los valores cristianos, es más necesario que nunca hacer un esfuerzo, también espiritual, para dejar espacio a una relación construida a partir del reconocimiento de la fragilidad y la vulnerabilidad de la persona enferma.[1]

Conclusión[editar | editar código]

El hombre es único y el paciente irrepetible. Por ello, el médico debe ser el hombre de todos y para todos. Hay una cierta similitud con el ministerio sacerdotal. Es ser un don para otros.

Es pertinente, señalar el carácter vocacional de su ejercicio profesional que tiene por objeto eliminar, aminorar, remover el sufrimiento y el dolor inherentes a la condición humana. Si en la actualidad lo que se pretende remover es el sufrimiento y dolor a toda costa y centrarse en la enfermedad, es urgente, como decía Marañón, considerar que no existen las enfermedades, sino los enfermos.

Centrarse en la actuación del médico y conocer la profunda valía de su ardua vocación es sentar las bases para una curación personalizada e integral, siempre en bien del paciente.

Otras voces[editar | editar código]

Texto de referencia[editar | editar código]

  • Vázquez, Carlos Simón (Mayo 2012). «Voz:Médico». Pardo, Antonio, ed. Nuevo Diccionario de Bióetica (2° edición) (Monte Carmelo). ISBN 978-84-8353-475-5.

Bibliografía[editar | editar código]

  • Polaino, A. (1994). Manual de Bioética General. Madrid: Rialp. ISBN 9788432130274. 
  • Privitera, S. (2004). Nuovo Dizionario di Bioetica (en italiano). Città Nuova. p. 1328. ISBN 8831192817. 
  • Monge, Miguel Ángel (2002). Medicina Pastoral. Pamplona: EUNSA. p. 530. ISBN 9788431322380. 
  1. 1,0 1,1 Oficina de prensa de la Santa Sede (22 de septiembre de 2020). Bollettini, Carta Samaritanus bonus de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida. Roma: Vaticana. 
  2. Mensaje Del Santo Padre Francisco Para La Xlviii Jornada Mundial De Las Comunicaciones Sociales (1 de junio de 2014). Comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro. Roma: Vaticana. Consultado el 23 de octubre de 2020. 
  3. Juan Pablo II (25 de marzo de 1995). El Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana. Roma: Vaticana. Consultado el 23 de octubre de 2020.