Personalismo
El Personalismo es un movimiento filosófico que comienza a finales del siglo XIX, y que adquiere fuerza a partir de 1930. Posteriormente, en la década de los 60 y 70 del siglo XX, sufrirá un arrinconamiento por el predominio de corrientes de pensamiento como el marxismo o la revolución sexual, para volver a recuperar presencia en la sociedad a partir de la década de los 80.
Historia
Emmanuel Mounier
El Personalismo comienza básicamente con Emmanuel Mounier[1]. En su breve pero intensísimo recorrido vital, de 1905 a 1950, este filósofo francés fue capaz de crear, desarrollar e impulsar, en torno a la revista Esprit, la filosofía y el movimiento personalista que tan amplia repercusión tuvo en los círculos culturales, sociales e incluso políticos de su tiempo. De su proyecto filosófico cabe destacar lo siguiente:
- Mounier planteó, estableció y desarrolló las bases de la corriente doctrinal y filosófica del personalismo
- Modeló un tipo de personalista socialmente activo, comprometido con la transformación concreta de la sociedad y de filiación política de orientación izquierdista[2]
- Dio lugar a una corriente ideológica que generó un importante conjunto de autores y textos, entre los que cabe citar fundamentalmente a Lacroix y Domenach, pero que finalmente perdió fuerza como movimiento con identidad propia y, sobre todo, como movimiento creativo desde el punto de vista intelectual.
La primacía que Mounier otorgó a la acción cultural sobre la reflexión de corte más académico le dificultó la elaboración de una reflexión filosófica detallada y sistemática. Y, aunque fue siendo cada vez más consciente de este problema, y en sus últimas obras, especialmente en El personalismo, intentó paliar este déficit, no dispuso de tiempo suficiente para lograrlo de manera satisfactoria. Qué hubiera sucedido si la muerte no hubiera interrumpido precozmente su itinerario vital e intelectual es una pregunta ciertamente apasionante pero que, lamentablemente, no tiene respuesta. Lo que sabemos, de hecho, es que su aportación especulativa en forma de una filosofía fuerte y sistemática fue insuficiente.
Pero, en realidad, el personalismo de Mounier, si bien carece de sistematización formal, fue filosóficamente muy fuerte desde el punto de vista de la intuición y del proyecto, y buena prueba de ello fue su grado de influencia. Mounier vio los problemas, vio las soluciones, intuyó el camino que había que recorrer y dio los primeros pasos. Es cierto que ni él ni sus seguidores desarrollaron a fondo estas intuiciones con el grado de sistematicidad que se puede encontrar en otras filosofías y que, cuando lo intentaron, como pretendió Mounier con su Tratado del carácter, los resultados tampoco fueron especialmente satisfactorios, pero eso no quita para que en sus escritos se encuentre toda una filosofía en ciernes.
Personalistas posteriores
Para algunos el Personalismo murió con Mounier. Ricoeur sería probablemente de esta opinión ya que en su famoso artículo: “Muere el personalismo, vuelve la persona”[3], pronunció el epitafio del personalismo. La razón fundamental que esgrimió es que “no fue lo bastante competitivo para ganar la batalla del concepto”, no fue capaz de forjar armas suficientemente sofisticadas para enfrentarse contra sus enemigos de entonces, el estructuralismo, el marxismo y el existencialismo, y lo pagó con su derrota y su desaparición. Eso no quiere decir que no aportara activos sugerentes. Lo hizo; pero sus aportaciones no tuvieron la calidad y complejidad necesaria para forjar una filosofía fuerte. Por eso, una vez asumidas por el contexto social y cultural, su atractivo decayó y, con él, su fuerza, hasta acabar desapareciendo. Consecuentemente, para Ricoeur no tendría sentido continuar ni con el término ni con el proyecto del personalismo. Es cierto que tuvo el gran mérito de introducir sólidamente en la sociedad europea la noción de persona. Pues bien, concluye, asumamos su aportación, la noción moderna de persona, consignémosla entre sus logros históricos, pero olvidémonos del personalismo.
Supuestamente el marxismo y el estructuralismo acabarían con el Personalismo. Unos años más tarde, y agotadas estas corrientes filosóficas nos encontramos con una vía filosófica plenamente personalista aunque no ligada estrictamente a Mounier y a la revista Esprit.
Para dibujar un cuadro completo hay que ampliar la corriente francesa con pensadores como Jacques Maritain, Gabriel Marcel y Nédoncelle, el personalista metafísico. Y además y sobre todo hay que extenderlo a otros países y matrices especulativas que vayan más allá del personalismo comunitario. La matriz dialógica aporta pensadores de la talla de Buber, Ebner, Rosenzweig y, más recientemente, Lévinas. En la matriz fenomenológica encontramos, entre otros, a Scheler, von Hildebrand y Stein. Karol Wojtyla es el principal representante de la numerosa escuela polaca. En Italia, entre otros podemos mencionar a Carlini, Luigi Pareyson y Luigi Stefanini. Ya hemos hablado de Romano Guardini, pero se puede señalar también a Seifert, Crosby y, en España, a Zubiri, López Quintás, Laín Entralgo, Díaz, Manzana, Burgos y, en un sentido que habría que determinar, Polo[6].
El Personalismo, definido a partir de este conjunto de autores, no sólo no ha desaparecido sino que continúa vigente y posee una consistente solidez especulativa.
Contenido
¿Cuáles rasgos lo caracterizan, independientemente de los desarrollos que puede hace cada autor calificado de personalista?
Es una filosofía
El personalismo es, ante todo, una filosofía en el sentido estricto del término. No veo qué justificación pueda tener dudar de ello. Es cierto que nació, en parte, y como puso de relieve Lacroix, como una anti-ideología, como una vía de escape ante la presión intolerable del individualismo y del colectivismo de la Europa de entreguerras [1]. Y es cierto que pensadores de la talla y de la orientación de Maritain tuvieron dudas sobre la identidad del personalismo [2]. Pero Lacroix se encuadra directamente en el grupo de Esprit y Maritain nunca quiso abandonar su filiación tomista. Fue un pensador de transición. Son críticas, pues, que ya están respondidas. El hecho es que esa anti-ideología fructificó, arraigó y se transformó en una filosofía fresca y sugerente como afirma, con mucha claridad, el mismo Mounier en una obra madura: “el personalismo es una filosofía, no solamente una actitud. Es una filosofía, no un sistema. No rehuye la sistematización, pues el orden es indispensable en los pensamientos: conceptos, lógica, esquemas de unificación no son útiles solamente para fijar y comunicar un pensamiento que sin ellos se disolvería en intuiciones opacas y solitarias: sirven para sondear esas intuiciones en sus profundidades: son instrumentos de descubrimiento al mismo tiempo que de exposición. Porque determina estructuras, el personalismo es una filosofía y no solamente una actitud”[9].
A pesar de todo, sigue habiendo críticos que niegan de manera muy radical el carácter filosófico del personalismo, incluso considerado en toda su amplitud. A mi juicio, tales críticas no requieren mayor respuesta que una mención a sus filósofos más representativos y a sus obras. Si semejantes textos no se consideran filosóficos es que se posee una idea muy peregrina de la filosofía o bien, simplemente, que se critica desde la idea preconcebida y no contrastada, desde la ignorancia o desde la comodidad. O quizá, también, desde una estrategia no muy bien intencionada. Colocar al personalismo la etiqueta de pensamiento no filosófico puede ser, ciertamente, el mejor modo de evitar el engorroso enfrentamiento con un pensamiento que se vislumbra como un posible competidor. Pero, como decía, una mínima referencia al plantel de filósofos que componen esta corriente y a sus obras resulta suficiente para desbaratar esta objeción hasta el punto de que, en algunos casos, habría que plantear sinceramente a esas personas si hablan de autores a los que han leído o se trata solo de una crítica por correspondencia.
Cuestión muy diversa es la unidad. ¿Personalismo o personalismos? ¿Hay un solo personalismo o hay varios según el autor al que se haga referencia? Esa sí que es una cuestión interesante y de entidad[10]. A mi juicio, existen motivos fundados para optar por la unidad, y lo intentaré probar describiendo justamente los rasgos que lo definen como una filosofía unitaria. Para ello seguiré un método que ya he utilizado en otra ocasión, y que consiste en determinar los elementos que permiten identificar al personalismo, en primer lugar, como una filosofía realista y, en segundo lugar, como una filosofía original[11]. Diversos autores se pueden citar como inspiradores de esta corriente –E. Kant, S. Kierkegaard, J. Maritain–, pero su principal impulsor fue el francés Emmanuel Mounier (1905-1950). A este se pueden añadir también M. Nedoncelle, G. Marcel, K. Wojtyla, M. Buber, R. Guardini, P. Ricoeur, E. Lévinas y Carlos Díaz. También se pueden considerar cercanos al Personalismo E. Husserl, M. Scheler, D. von Hildebrand, Edith Stein, J. Marías y otros muchos.
Se habla de movimiento filosófico, aunque agrupa a filósofos que tratan de temáticas distintas y adoptan enfoques diversos. Debido a esta diversidad, algunos pensadores han negado al Personalismo no sólo que constituya una escuela, sino incluso que se pueda hablar de cierta unidad de los filósofos que se enmarcan en esta corriente.
En cualquier caso, hay un punto en el que coinciden todos los personalistas: la recuperación de la centralidad de la persona en el discurso de la razón. Estamos ante una reacción que se produce en la primera mitad del siglo XX por parte de intelectuales que se enfrentan a las ideologías y totalitarismos dominantes: positivismo y cientifismo, capitalismo, marxismo, nazismo y fascismo.
Todas estas ideologías estaban marcadas por una visión fuertemente materialista del ser humano y, por otra parte, se había perdido el equilibrio entre la persona individual y el colectivo social: o se encerraba a la persona en su propia autonomía, o se la disolvía en el cuerpo social.
Ante esta situación, van surgiendo autores que sitúan a la persona como primer valor real. Es cierto que, en la filosofía clásica, muchos filósofos habían tratado a la persona como algo valioso, pero se la contemplaba en relación con categorías –sustancia, naturaleza– propias del mundo animal . La novedad de los personalistas es considerar a la persona como categoría de partida y asumir las aportaciones de la modernidad: conciencia, yo, sujeto, libertad, realización en la acción, etc. Todo este planteamiento nace en el seno de una filosofía realista y abierta a la trascendencia.
El Personalismo ha llegado a construir una visión de la persona cuyas características podemos resumir:
- La persona es un ser digno en sí mismo, pero que necesita relacionarse con los demás para lograr su perfección; esta relación sólo puede ser de amor.
- Es un ser dinámico y activo, y en la transformación de la realidad vive su eticidad.
- Es capaz de alcanzar la verdad.
- Es espiritual y al mismo tiempo corporal, poseedor de una libertad que le permite autodeterminarse y decidir, en parte, no sólo su futuro, sino su modo de ser.
- La afectividad, más que hacerle semejante a los animales, forma parte de su libertad.
- Es portador de una capacidad de abrirse a la trascendencia y está destinado a un fin trascendente.
Esta visión de la persona ha traspasado los límites del mundo académico y, sobre la base de la modernidad, se halla presente de un modo importante en nuestra cultura occidental.
En el marco de la Bioética, se puede hablar de una Bioética de corte personalista, en la que se concreta la visión anterior. No se trata de una Bioética de soluciones cerradas y homogéneas entre los que la cultivan, pero suele aceptar como válidos los principios siguientes:
- La vida física es un valor fundamental, condición de cualquier valor. Esto implica el reconocimiento del valor personal de la vida corporal, y la exigencia del respeto a esa vida desde su concepción hasta su término natural.
- El respeto a la dignidad de la persona, que podemos llamar principio terapéutico. Se trata de la prohibición absoluta de instrumentalizar a la persona humana utilizándola como medio para conseguir un bien para otros. Un comportamiento tal supondría tratar a esa persona como objeto y no como persona. En la práctica, se puede decir que sólo se puede aplicar un tratamiento terapéutico a un ser humano cuando es para su propia curación.
- El principio de libertad y responsabilidad. Debe procurarse que todos los que participan en una acción puedan ejercer conscientemente su libertad. Se trata de un concepto de libertad que no es simple libre arbitrio, sino que asume las consecuencias que lleva consigo la elección hecha. El valor moral no atenderá sólo a la autonomía con la que se ha realizado la acción, sino también a la realización de la persona en esa elección.
- El principio de totalidad. Por el bien de la totalidad del individuo, es lícito privarse de alguna parte como único camino para obtener el bien de la totalidad. Por ejemplo, hay que privar a la persona de un miembro cancerígeno para lograr que su salud sea mejor. Además, se suele exigir que la relación “todo-parte” sea restringida al individuo y no se aplique a la relación individuo-sociedad. Así, por ejemplo, no sería lícito acabar con la vida de una persona inocente para salvar a la sociedad de un peligro.
Para muchos autores, la Bioética personalista –tal como se explica en este vocablo– se ha desarrollado gracias al Personalismo, pero también hay un extenso grupo de seguidores de la Bioética personalista que fundamentan esta disciplina con otras corrientes filosóficas: el Realismo, la Fenomenología, etc.
Notas
Bibliografía
- Urdanoz T., Historia de la Filosofía IV, Ed. B.A.C., Madrid 1991.
- Coreth, E., ¿Qué es el hombre?, Ed. Herder, 6ª ed., Barcerlona 1991. ISBN 978-84-254-1038-3
- Cruz Prados, A., Historia de la Filosofía Contemporánea, Ed. Eunsa, España 1991. ISBN 978-84-313-0987-9
- Lucas, Ramón. Bioética para todos. Editorial Trillas. México 2003.
- Burgos, Juan Manuel. El Personalismo. Biblioteca Palabra, Madrid 2000. ISBN 978-84-8239-440-4
- F. Ebner, La palabra y las realidades espirituales, Caparrós, Madrid 1995.
Enlaces externos
- Torre Rangel, Jesús de la (abril de 2000). «Mandar obedeciendo. Poder y democracia desde el iusnaturalismo y el personalismo». Isonomía (12). Consultado el 13 de junio de 2013.
- Mounier, Enmanuel (1965). Manifiesto al servicio del personalismo. Taurus. ISBN 8430610901. Consultado el 13 de junio de 2013.
- Lobato, Adelardo. La persona en Santo Tomás de Aquino. Consultado el 13 de junio de 2013.
- Personalismo y bioética en Bioeticaweb
- Instituto Emmanuel Mounier
- Asociación española del personalismo
- Centro Personalista Edith Stein
- Burgos, Juan Manuel. El personalismo hoy. Consultado el 13 de junio de 2013.
- Revista Prospettiva Persona
- García, Juan José (2012). Bioética Personalista y Bioética Principialista. Perspectivas. Consultado el 22 de febrero de 2013.