Bioética personalista

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En el marco de la Bioética, se puede hablar de una Bioética personalista, a aquella corriente que toma sus principios del Personalismo. Así como el Personalismo tiene diversos desarrollos centrando el estudio en distintas características de la persona, así también la Bioética personalista no constituye una Bioética de soluciones cerradas y homogéneas entre los que la cultivan. Así, por ejemplo, no es lo mismo la argumentación que pueda hacer Palazzani[1] desde un plantamiento de personalismo ontológico clásico, que Burgos desde una personalismo ontológico moderno [2]. Aunque el número de autores que pueden ser llamados personalistas es grande, el número de trabajos e investigaciones sobre la Bioética personalista es relativamente pequeño. No abundan los estudios en los que se intenta definir las características de la bioética personalista o profundizar en alguna de ellas. Y no solo en webs o revistas con presupuestos teóricos diversos del personalismo, lo que podría parecer natural, sino en entidades afines o cercanas a este tipo de bioética. De igual modo son insuficientes, aunque mucho más numerosas, las investigaciones en las que se adopta esta perspectiva para la resolución de problemas bioéticos. Un dato cuyo significado se agrava y acrecienta si se compara con el gran número de artículos y estudios que existen sobre otras corrientes como, por ejemplo, el principialismo[2].

Adherentes a la Bioética personalista

Existe una gran número de personas que se adhieren a la Bioética personalista, pero de formas muy distintas. Podemos agruparlas en tres bloques [2]:

  1. Integrantes del movimiento pro-vida. Los postulados de la Bioética personalista –su mismo significado primario- generan un atractivo importante para muchas personas que trabajan, en modos muy diversos –grupos pro-vida, ONG’s, colaboración en acciones aisladas, ideólogos, etc.- con el objetivo de defender la dignidad humana. A diferencia de otras corrientes bioéticas mucho más ambiguas en este terreno, y de otras directamente contrarias a la asignación de dignidad a todo ser humano, la Bioética personalista no solo se funda en el concepto de persona sino que asume que todo ser humano es persona, y se construye con el objetivo declarado de defender la dignidad de todo hombre. Es fácil, entender, por tanto, que las personas que componen el movimiento pro-vida, entendido este en el sentido más amplio posible, no como pertenencia a una asociación u organización concreta, se sientan atraídas por este tipo de bioética.
  2. Bioéticos católicos que siguen la doctrina de la Iglesia. Las premisas teóricas de la Bioética personalista la hacen particularmente cercana, también, con las posiciones de la Iglesia católica en esta materia. Y no solo porque ambas coinciden en la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte sino porque el magisterio reciente de la Iglesia católica, que debe inevitablemente sustentarse en unos presupuestos teóricos, emplea una argumentación de corte personalista cuyo eje es el uso sistemático del concepto de persona como elemento clave de su argumentación. Es más, el último documento emitido por la Congregación de la Doctrina de la Fe sobre la cuestión, lo integra en el mismo título: Dignitas personae, la dignidad de la persona. Estando así las cosas resulta fácil comprender que, para muchos bioéticos católicos –los que siguen las tesis magisteriales-, resulte casi un movimiento natural integrarse en la corriente de la bioética personalista ya que supone adherirse a una corriente que suponen que les va a proporcionar los fundamentos teóricos de aquello en lo que creen.
  3. Representantes de la filosofía realista. Por último, el concepto de persona remite a una tradición filosófica de más de dos mil años de antigüedad, en la que se encuentran los principales representantes de la filosofía realista, con nombres como Platón, Aristóteles, Boecio, Agustín, Buenaventura, Tomás de Aquino y el personalismo contemporáneo, entre muchos otros. Este amplio marco filosófico, de gran raigambre en el pensamiento católico y de gran riqueza, proporciona unas bases antropológicas y filosóficas sólidas desde las que argumentar tanto desde el punto de vista antropológico como ético en los problemas de la bioética. Es fácil comprender que, a quienes trabajan en el campo de la fundamentación y se sienten cómodos en este planteamiento filosófico, les resulte natural adherirse a una corriente como la bioética personalista que se basa en el concepto de persona y comparte postulados antropológicos muy similares. Y, viceversa, a los bioéticos personalistas les resulta igualmente natural buscar apoyo en una filosofía que respeta su visión general del hombre y apuesta por la dignidad humana.

Ahora bien, el primer grupo se dedica más bien a la acción, por lo que no desarrollan unos principios teóricos de Bioética personalista. La iglesia católica tampoco pretende desarrollar un marco de Bioética personalista, sino tan sólo hacer unas reflexiones aunque estén bien argumentadas sobre las exigencias de la dignidad en el marco de la vida humana. El tercer grupo acoge a filósofías que tienen en común el realismo pero que son bien distintas, no necesariamente opuestas, incluso en el concepto de persona. La filosofía personalista entra dentro de este grupo, pero constituye una escuela filosófica peculiar, por su concepto de persona que emerge en el siglo XX. Propiamente, la Bioética personalista es la que se desarrolla desde la filosofía personalista que tiene unos contenidos específicos.

La propuesta de Sgreccia

Elio Sgreccia es quien ha trabajado con más claridad y profundidad desde esta perspectiva. Su propuesta principal se encuentra desarrollada en su conocido manual de bioética traducido a diversos idiomas [3].

Sgreccia se identifica con un personalismo ontológico de raíz realista y tomista que incorpora elementos modernos y, a partir de aquí, comienza su propuesta constructiva en el ámbito de la bioética que contiene dos elementos: el primero es un desarrollo, desde estos presupuestos antropológicos, de conceptos clave en bioética como los de vida y corporalidad. El segundo es la propuesta de cuatro principios de bioética personalista “relativos a la intervención del hombre sobre la vida humana en el terreno biomédico”. Son los siguientes:

  1. El principio de defensa de la vida física: condición de cualquier valor. Esto implica el reconocimiento del valor personal de la vida corporal, y la exigencia del respeto a esa vida desde su concepción hasta su término natural. El cuerpo no puede ser considerado como un instrumento de la persona, porque forma parte de su propia esencia.
  2. El principio de libertad y responsabilidad. Debe procurarse que todos los que participan en una acción puedan ejercer conscientemente su libertad. Se trata de un concepto de libertad que no es simple libre arbitrio, sino que asume las consecuencias que lleva consigo la elección hecha. El valor moral no atenderá sólo a la autonomía con la que se ha realizado la acción, sino también a la realización de la persona en esa elección.
  3. El principio de totalidad o principio terapéutico. Por el bien de la totalidad del individuo, es lícito privarse de alguna parte como único camino para obtener el bien de la totalidad. Por ejemplo, hay que privar a la persona de un miembro cancerígeno para lograr que su salud sea mejor. Además, se suele exigir que la relación “todo-parte” sea restringida al individuo y no se aplique a la relación individuo-sociedad. Así, por ejemplo, no sería lícito acabar con la vida de una persona inocente para salvar a la sociedad de un peligro.
  4. El principio de socialidad y subsidiaridad. Consiste en la promoción de la vida y de la salud de la sociedad a través de la promoción de la vida y de la salud de la persona singular: al margen de toda forma de individualismo o colectivismo, la socialidad está finalizada por la consecución del 'bien común' a través de la consideración de los 'bienes individuales'. El principio de socialidad está integrado en el de subsidiariedad que prescribe la obligación del cuidado de los más necesitados. Socialidad y subsidiariedad derivan del deber de respeto recíproco interpersonal fundado en el reconocimiento de la dignidad de los demás en cuanto personas: la persona es la fuente y el fin de la sociedad, en cuanto se realiza participando en la realización del bien de los semejantes. Estos últimos principios se refieren al problema de la política económica sanitaria: es precisamente el tema de la macro-distribución de los recursos, o sea, la decisión relativa a cuánto se debe invertir en el sector sanitario, etc. [1].

Estos principios que se ofrecen como sustitutivos de los del Principialismo están siendo poco utilizados porque aunque manifiestan con más claridad una antropología subyacente, sin embargo resultan poco específicos a la hora de la práctica médica. Por eso los bioéticos personalistas suelen acudir a esa antropología para desarrollar las cuestiones concretas, más que acudir a esos principios. El desarrollo de la Bioética personalista se ha producido sobre todo a partir del trabajo de Elio Sgreccia[4], y del grupo de trabajo de la FIBIP (Federación Internacional de Centros de Bioética de inspiración personalista).

Referencias

  1. 1,0 1,1 Palazzani, Laura (2004). La fundamentación personalista en bioética. Consultado el 22 de julio de 2013. 
  2. 2,0 2,1 2,2 Burgos, Juan Manuel (2013). «La filosofía personalista como fundamento de la bioética personalista». Cuadernos de Bioética XXIV (80). Consultado el 22 de julio de 2013. 
  3. Sgreccia, Elio (1999). Manuale di bioetica (2 vol.). Vita e pensiero. ISBN 9788422014089. 
  4. Sgreccia, Elio (2009). Manual de Bioética. BAC. 

Bibliografía

Enlaces externos