Enfermedad

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Definición[editar | editar código]

La enfermedad [1]es un estado de sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior.

La enfermedad se relaciona con la temática del dolor y al mismo tiempo con el concepto de salud. La falta de salud precipita en la mayoría de las veces antes o después en la instauración de la enfermedad. Dice Laín[2] citando a Letamendi que ha estudiado el término enfermedad en más de ciento veinte lenguas que la enfermedad tiene algo de lo aportado por las mismas. Así por ejemplo en griego palabras como (nosos) y (pathos) que significan daño, padecimiento, pasión, afección, dolencia se encuentran todas presentes en la enfermedad.

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También los términos arrostia (desvalimiento), asthéneia (debilidad). En latín, por otro lado con los términos morbus (lo que hace morir), passio (pasión padecimiento) aegrotatio (aeger, el que gime), infirmitas (debilidad, falta de firmeza). En castellano se emplean muchas veces indistintamente enfermedad, mal, dolencia etc.

El mismo Letamendi concluye que en toda enfermedad hay como tres elementos;

  • Deficiencia (asthéneia, infirmitas)
  • Daño positivo (nósos, morbus)
  • Daño de sentido (pathos, aegrotatio)[2].

La enfermedad ha sido definida con diversos subrayados a lo largo de la historia. Así Galeno (médico griego que ejerció en Roma) señala la enfermedad como “una disposición preternatural del cuerpo, por obra de la cual padecen inmediatamente las acciones vitales[3].

Para el famoso médico, para que se dé la enfermedad lo primero que tiene que darse es una continuidad en el tiempo, es decir debe durar un cierto tiempo la perturbación. Al mismo tiempo, verse afectadas las disposiciones naturales del hombre. Otro elemento sustantivo del análisis galénico es que la enfermedad es siempre algo del cuerpo; fuera del cuerpo están las etiologías como mucho o las consecuencias de ella (tristeza, locura), pero no la enfermedad propiamente hablando.

Este análisis de la enfermedad estuvo vigente durante muchos siglos. Coincidiendo con el avance científico-experimental del siglo XVII-XVIII, van a separar nosos y pathos. La enfermedad dirán es un esfuerzo de la naturaleza que con el fin de curar al enfermo trabaja con todas sus fuerzas. Ya a finales del siglo XIX un patólogo francés definió la enfermedad como: desviación del proceso normal de la vida, producida por una acción perturbadora de las condiciones externas y de los poderes internos del organismo.

Laín cita la definición que da Corral y Maestro. Según este médico español, “la enfermedad es un modo anormal de vivir en el que el organismo reacciona contra algún daño”[4]. El propio Laín expone su propia definición: “la enfermedad humana es un modo aflictivo y anómalo del vivir personal, reactivo a una alteración del cuerpo psico-orgánicamente determinada; alteración por obra de la cual padecen las funciones y acciones vitales del individuo afecto y reacción en cuya virtud el enfermo vuelve al estado de salud (enfermedad curable), muere (enfermedad mortal) o queda en deficiencia vital permanente (enfermedad cicatrizal)[5].

¿Cómo enferma el hombre?[editar | editar código]

¿Cómo se pasa del estado de salud a la enfermedad?

Enferma de forma humana, es decir del todo singular a cualquier especie viviente conocida. En su proceso morboso hay no solo enfermedades propias sino que tanto su clínica como su etiopatogenia son específicas. Pueden ser muchas las causas de que estos sea así: complejidad estructural del hombre, reacción con el medio, etc que aquí no es posible señalar, simplemente apuntar que se dan. Simplemente mencionar que toda la trama compleja de (cum-plexus) de estructuras en el hombre como las operativas, instintivas, cognitivas, posesivas etc pueden verse afectadas por separado o en conjunto por la enfermedad.

Varias evidencias aparecen en las enfermedades referidas de forma general.

  • En primer lugar hay cambios cuantitativos y/o cualitativos
  • Hay un malestar circunscrito o difuso pero la sensación de malestar está presente antes o después. Las personas no reparan en sus órganos y estructuras hasta que enferman. Se hacen presentes, dicen que están aquí alteradas. Lo mismo ocurre para cualquier modificación a cualquier nivel.

Una pequeña alteración en la superficie corporal produce sensación álgica que señala que esa estructura en la que no se había reparado nunca está presente. Es posible concluir que la enfermedad está ligada en mayor o menor medida al dolor. Un dolor que puede medirse o no, es decir un dolor, un sufrimiento psíquico tan real como el físico.

Así lo sintetiza Laín en su libro de Antropología Médica:

  1. Lo que suele denominarse etiopatogenia de un proceso morboso no es nunca un proceso puramente somático o puramente psíquico; la etiopatogenia es siempre preponderantemente somática o preponderantemente psíquica.
  2. La no menos habitual contradistinción entre “enfermedad orgánica” (un cáncer, una gripe, una estenosis mitral) es siempre en alguna medida psíquica, si por “enfermedad” se entiende lo que se ha dicho anteriormente; y, complementariamente, toda enfermedad psíquica  (desde la esquizofrenia hasta las más psíquicas de las neurosis) siempre en alguna medida es orgánica.
  3. La frecuentísima contraposición entre la “enfermedad orgánica” y la “enfermedad funcional”. El desorden funcional es por definición orgánico, afecta a uno o varios órganos, aunque la función afectada sea psíquica y no hay lesión orgánica –bioquímica o celular- que no haya sido precedida y no vaya acompañada por desórdenes funcionales.
  4. La idea de que lo “físico” se opone a lo “psíquico”. No. Lo psíquico es parte de lo físico, y lo que en el lenguaje habitual se opone a lo físico es lo moral o en términos metafísicos y no forzosamente religiosos –lo “espiritual”-. La psicopatología pertenece pues a la fisiopatología. [6].

El enfermo y la iglesia católica[editar | editar código]

Frente a la enfermedad y en presencia de dificultades emotivas y espirituales en aquel que vive la experiencia del dolor, surge, de manera inexorable, la necesidad de decir una palabra de confort, extraída de la compasión llena de esperanza de Jesús sobre la Cruz.[7]

No solo en las palabras del profeta Isaías se anuncia la persona de Cristo como el hombre familiarizado con el dolor y el padecimiento[8], si se releen las páginas de la pasión de Cristo es posible encontrar también la experiencia de la incomprensión, de la mofa, del abandono, del dolor físico y de la angustia. Son experiencias que hoy golpean a muchos enfermos, con frecuencia considerados una carga para la sociedad; a veces no son comprendidos en sus peticiones, a menudo viven formas de abandono afectivo, de perdida de relaciones.[7]

Todo enfermo tiene necesidad no solo de ser escuchado, sino de comprender que el propio interlocutor “sabe” que significa sentirse solo, abandonado, angustiado frente a la perspectiva de la muerte, al dolor de la carne, al sufrimiento que surge cuando la mirada de la sociedad mide su valor en términos de calidad de vida y lo hace sentir una carga para los proyectos de otras personas. Por eso, volver la mirada a Cristo significa saber que se puede recurrir a quien ha probado en su carne el dolor de la flagelación y de los clavos, la burla de los flageladores, el abandono y la traición de los amigos más queridos.[7]

Momento moral[editar | editar código]

Si la enfermedad tiene valor es porque existen enfermos.

El enfermo sujeto de la enfermedad es que padece el dolor, la angustia, la soledad, el sufrimiento que hacen preguntarse por el dolor y por su significado. Han existido infinidad de explicaciones en todas las épocas históricas acerca del sentido del dolor y el sufrimiento que es más amplio y englobante que el dolor.

Juan Pablo II en la Carta Salvifici Doloris 5: “el hombre sufre de muchos modos diversos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones. El sufrimiento es todavía algo más amplio que la enfermedad, más complejo y a la vez más profundamente enraizado en la humanidad misma. Una cierta parte de este problema nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral. Esta distinción toma como fundamento la doble dimensión del ser humano, e indica el elemento corporal y espiritual como el inmediato o directo sujeto del sufrimiento. Aunque se puedan usar como sinónimos, hasta un cierto punto, las palabras “sufrimiento” y “dolor”, el sufrimiento físico se da cuando de cualquier manera “duele el cuerpo”, mientras que el sufrimiento es el “dolor del alma”[9].

La enfermedad lleva consigo el misterio del dolor y/o del sufrimiento. Misterio como algo verdadero que excede la comprensión. Cuantas cosas hay misteriosas en la vida que no se llega a desvelar simplemente por la contingencia. Una de ellas es el porqué de la enfermedad, o mejor el porqué del enfermo/a. ¿Por qué como se ha referido tantas veces Juan Pablo II el mysterium doloris, el misterio del dolor?. Ante es misterio se pueden tomar varias sendas éticas:

  • La incomprensibilidad y absurdez del misterio del dolor que hacen concluir en la desesperación y en el nihilismo
  • La madurez del hombre que sostiene conocer ya todo y que le impide aceptar que se pueda tener de compañero este misterio. La actual coyuntura social e histórica de madurez no contempla tal convivencia. Algunos planteamiento anti-vida paradójicamente postulan eliminar el dolor eliminando la vida, no preguntándose en el fondo por qué la vida, por qué el sufrimiento por qué el dolor
  • Aceptar la explicación suprarracional en la que el dolor y la enfermedad entran en el mundo históricamente y que precisamente la superación de esa enfermedad, de ese dolor y de ese sufrimiento se encuentran en una vida nueva.

En esta vida el misterio permanecerá siempre, siempre habrá dolor y sufrimiento, pero el creyente confiesa (cree) que el misterio será desvelado, la enfermedad curada y el sufrimiento y el dolor ausentes. Mientras llega esa vida nueva, el mismo Dios nos acompaña, es más pasa la mayor parte de su tiempo público en la tierra con los enfermos.

Ya no son los malditos, los manchados, son los preferidos. Jesús está acompañando en el misterio de la enfermedad y del sufrimiento; no se desentiende, es más a veces lo elimina como signos de lo que hará totalmente. Dios no se ha desentendido del enfermo, se ha identificado de forma especial con él.

Él es el sufriente, que espera el cumplimiento de la voluntad de Dios Padre. Espera, acompaña, lucha contra la enfermedad y el dolor. Actitudes de todo creyente ante la enfermedad. Pero ante todo se interesa por la sanación integral del hombre. A sus testigos les encarga que anuncien la sanación integral a todos por que el Reino está ya aquí, no plenamente pero si realmente presente.

En la medida que una sociedad viva de esta verdad, la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, sin desaparecer, habrán alcanzado no su bondad, que no la tienen, sino su posibilidad de sentido.

En el fondo hará comprender que el poder de no enfermar no le pertenece al hombre esencialmente. Le moverá a esforzarse por remozar los obstáculos y al mismo tiempo a iluminar su realidad física y metafísica a la luz de la fe, que es conocimiento que se introduce en el misterio. Con esa luz que también es fuerza, muchos enfermos, sufrientes, doloridos, construyen día a día su vida hasta poder vivir la vida nueva que se nos promete.

Bibliografía[editar | editar código]

  • Laín Entralgo, Pedro (1984). Antropología médica para clínicos. salvat. ISBN 84-345-2488-0. Consultado el 28-04-2020. 
  • Juan Pablo II (1984). Carta Apostólica Salvifici Doloris. Consultado el 28-04-2020. 
  • J. Viñas, Los enfermos en el contexto sanitario y socio-sanitario hoy, Labor Hospitalaria 34 (2002), 166-177
  • C. Casalone, Malattia e pratica medica: luoghi di responsabilità, Aggiornamenti Sociali 50 (1999), 101-112
  • C. Casalone, Malattia ed etica: un approccio interdisciplinare, Aggiornamenti Sociali 50 (1999), 435-444

Referencias[editar | editar código]

  1. Simón Vázquez, Carlos (Mato 2012). «Voz: Enfermedad». Simón Vázquez, Carlos, ed. Nuevo Diccionario de Bioética (2 edición) (Monte Carmelo). 
  2. 2,0 2,1 Laín Entralgo, 1984, p. 213.
  3. Laín Entralgo, 1984, p. 215.
  4. Laín Entralgo, 1984, pp. 216-7.
  5. Laín Entralgo, 1984, p. 224.
  6. Laín Entralgo, 1984, p. 266.
  7. 7,0 7,1 7,2 Oficina de prensa de la Santa Sede (22 de septiembre de 2020). Carta Samaritanus bonus de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida. Roma: Vaticana. 
  8. «Isaías 53». Sociedades Bíblicas Unidas. 1988. Consultado el 23 de octubre de 2020. 
  9. Juan Pablo II (1984). Carta Apostólica Salvifici Doloris. Consultado el 28-04-2020.