Relación entre sexo y género
Hoy en día la palabra género no tiene un significado único, existen distintas nociones que, si se miran con cuidado, reflejan diversas visiones del ser humano y de la relación sexo-género en la persona[1].
A grandes rasgos, en la historia se han dado tres interpretaciones sobre el término género que actualmente conviven en la cultura, y que son importantes de revisar antes de decidirse por un determinado enfoque en el tratamiento de la disforia de género[2].
Equivalencia sexo-género: género como sinónimo de sexo[editar | editar código]
En primer lugar, una visión más tradicional que comprende género como sinónimo de sexo, y entiende las distintas funciones de hombres y mujeres en la sociedad como consecuencia directa de la diferencia biológica.
El sexo biológico determinaría completamente el género y por tanto las funciones que la persona desempeña en la vida social y privada. Se acusa a esta visión de reduccionismo biologicista (esencialismo biológico), por cuanto asigna papeles fijos a hombres y mujeres, y cae en los estereotipos clásicos:
- Hombre en la vida pública.
Género como concepto cultural[editar | editar código]
A partir de mediados del siglo XX, en la causa feminista comenzó a utilizarse el término género como distinto de sexo para hacer notar que en los diversos roles femeninos y masculinos existen algunos elementos atribuibles a la biología (sexo) y otros construidos histórica y socialmente (género).
Con esto se quiso enfatizar que el ser humano es más que su biología. En los inicios, esta línea de pensamiento abogaba por una complementariedad de ambas perspectivas: sexo y género se podían integrar armónicamente en el desarrollo de la identidad personal[4]. Sin embargo, en la actualidad se pueden distinguir al menos dos visiones distintas derivadas de la interpretación de género como concepto cultural:
Separación sexo-género: género como exclusivamente cultural[editar | editar código]
En los últimos años, el término género ha evolucionado hacia posiciones que consideran una disociación cada vez más radical entre sexo y género, entre la biología y la cultura, la cual ha llegado a plantear en algunos casos una absoluta irrelevancia del sexo biológico en la conformación de la identidad[3].
En sus inicios, el movimiento feminista abogaba por la consecución de derechos civiles y políticos para las mujeres, en una legítima lucha por la igualdad ciudadana: derecho a votar, a seguir estudios superiores, administrar su propio patrimonio, etc.
Con el paso del tiempo y a medida que estos objetivos se fueron logrando, tomó otros tintes, especialmente tras la publicación del libro El segundo sexo, de Simone de Beauvoir en 1949[5], con su famosa frase “la mujer no nace, sino que se hace”. Este feminismo más radical está influido por el existencialismo y su idea de libertad, así como por conceptos marxistas que trasladan la lucha de clases a la relación varón-mujer[6]. El estado de inferioridad en que se encuentra la mujer con respecto al varón sería producto de las diferencias biológicas que la atan a la maternidad. La mujer, sin embargo, se puede liberar de ellas (por medio de la anticoncepción y el aborto) y conseguir la completa igualdad con el hombre.
Feminidad y masculinidad son vistas como construcciones culturales que pueden y deben cambiar. Tras la revolución sexual de mayo de 1968, con su crítica a toda autoridad, y con aportes del estructuralismo filosófico, el feminismo fue separando cada vez más la naturaleza (lo dado) y la cultura, hasta llegar a lo que se conoce actualmente como posfeminismo de género o ideología de género.
Posteriormente la teoría queer, con exponentes como Judith Butler, lleva aún más al extremo el significado de sexo y género al afirmar que no solo el género es fruto de la construcción social, sino también el sexo (sería una clasificación arbitraria de los seres humanos por parte de las profesiones médicas). Sexo y género ya no se entienden como categorías binarias (se incluyen más opciones que el clásico varón-mujer, masculino-femenino) ni tampoco se concibe como necesaria la relación varóngénero masculino, mujer-género femenino. El género, para Butler, es performativo, se va construyendo con nuestros actos, por lo que ni siquiera refleja una identidad, sino que puede ser fluido y cambiar en la vida de una misma persona[7].
Coimplicancia sexo-género: género como expresión cultural de lo naturalmente masculino y femenino[2][editar | editar código]
Una tercera interpretación del significado de género es la que intenta armonizar ambos conceptos, sexo y género, en la persona.
Reconoce diferencias entre ellos, pero también reconoce que no son completamente separables: ambos se coimplican. No se puede separar por completo a la persona en una dimensión biológica (sexo) y una dimensión cultural (género) puesto que solo existe una persona que vive ambas dimensiones de manera integrada. No existe una causalidad lineal sexo-género, sino que más bien hay un círculo hermenéutico en el cual el género y sexo poseen una referencialidad recíproca.
El ser humano, a diferencia del animal, se caracteriza por ser un animal que se autointerpreta; es decir, interpreta su ser y organiza su conducta general desde esa interpretación. El “género”, entonces, es la interpretación cultural de qué es ser persona humana macho o hembra, es el modo en el que cualquier ser humano se hace con su pertenencia a uno de los dos sexos. El género es sexo interpretado, sexo humanizado[1].
La cultura, además, no es totalmente arbitraria, sino que encarna aquello que es natural: la cultura incluye a la naturaleza y esta, a su vez, exige cultura[2]. En este sentido, se reconoce la existencia de dos sexos y dos géneros, y se concibe que hay una relación entre varón-género masculino y mujer-género femenino, pero cuál sea el contenido exacto de género masculino o femenino no está claro (ni nunca lo estará) pues varía con el tiempo y lugar (hay diferencias, pero estas se manifestarán de manera diversa según la época y cultura)[8].
Estas distintas nociones acerca de la relación sexo-género en la persona conviven actualmente en el ambiente, algunas con mayor fuerza que otras, sin que exista un consenso sobre qué significa género; si se debe considerar como un término binario (femenino-masculino) o no; si es completamente elegible o si existe algún arraigo en el sexo. En ambientes más conservadores tiende a mirarse con sospecha el utilizar el concepto de género, en gran medida porque se piensa que quien lo utiliza está adhiriendo a la ideología de género. Pero aun cuando no se compartan los postulados de la ideología, hay que rescatar todo lo bueno que conlleva el distinguir el género del sexo: rescatar el gran aporte de la libertad y la cultura en la configuración de la identidad personal, más allá de la biología. El término género logra evitar los estereotipos y las posturas deterministas derivadas de una visión puramente biológica de la identidad[6][8].
Otras voces[editar | editar código]
Referencias[editar | editar código]
- ↑ 1,0 1,1 Carrasco, M.A (2006). Género y humanismo. Estudios Públicos. p. 307 - 35.
- ↑ 2,0 2,1 2,2 2,3 Siles, C.; Delgado, G. (2014). «Teoría de género: ¿de qué estamos hablando? 5 claves para el debate». Institutos de Estudios de la Sociedad. Consultado el 3 de junio de 2020.
- ↑ 3,0 3,1 Aparisi, A. (2012). «Modelos de relación sexo-género: de la “ideología de género” al modelo de la complementariedad varón-mujer». Dikaion 2: 357-84. doi:10.5294/dika.2012.21.2.2.
- ↑ Aparisi, A. (2012). «Modelos de relación sexo-género: de la “ideología de género” al modelo de la complementariedad varón-mujer». Díkaion 2: 357 - 384. doi:10.5294/dika.2012.21.2.2.
- ↑ «El segundo sexo: el libro de Simone de Beauvoir que cambió para siempre el feminismo». Semana. 13 de julio de 2019. Consultado el 24 de mayo de 2020.
- ↑ 6,0 6,1 Siles, C.; Delgado, G. (2014). «Teoría de género: ¿de qué estamos hablando? 5 claves para el debate». Estudios de la Sociedad. Consultado el 24 de mayo de 2020.
- ↑ Butler, J. (1999). «Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity». Routledge.
- ↑ 8,0 8,1 González, A.M (2008). «Gender Identities in a Globalized World». Prometheus Books (Nueva York): 15 - 32.