Estatuto biológico del embrión humano

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El embrión, durante sus 14 primeros días de existencia, es decir, antes de que finalice su implantación en el endometrio, ¿es un individuo humano, es un conglomerado de células indiferenciadas? ¿Qué es?

Fecundación del óvulo

Introducción

Uno de los temas claves de la Bioética es cómo se debe tratar al embrión humano. El fundamento para el juicio bioético es conocer la realidad biológica de este embrión, para después poder elaborar un juicio ético sobre su manipulación. Esta manipulación se lleva a cabo con embriones de menos de 14 días. Sobre este embrión, en la práctica se está actuando de diversas formas:

  1. Algunos fármacos o procedimientos técnicos utilizados en el control de la fertilidad humana, como pueden ser el dispositivo intrauterino (DIU), los contraceptivos de emergencia -la píldora del día después o de los cinco días después-, y algunos anticonceptivos, actúan por un mecanismo antiimplantatorio del embrión, y por tanto pueden acabar con su vida.[1] [2][3].
  2. Cuando se producen los embriones por fecundación in vitro, también hay una manipulación y destrucción de un gran número de embriones, ya sea por el diagnóstico preimplantacional para la selección de embriones, como por las técnicas de congelación y descongelación[4], como por la misma técnica de fecundación in vitro[5].
  3. Embriones producidos por clonación, que posteriormente pueden ser utilizados con fines terapéuticos y sobre todo experimentales, principalmente para obtener líneas celulares embrionarias que posteriormente se puedan utilizar para experimentaciones biomédicas, lo que conlleva la ineludible destrucción de los embriones producidos.
  4. Embriones humanos producidos directamente con el fin de investigar con ellos, y que son destruidos -tal como están los acuerdos internacionales-, antes del día 14 de desarrollo.

Posturas sobre la naturaleza biológica del embrión humano

embrión en 5 fases

Sobre cómo considerar la naturaleza biológica del embrión humano se dan cuatro posturas:

  1. Algunos consideran que el embrión humano, en sus primeros días de vida, es un conglomerado de células sin organizar -sin estructura biológica-, y por tanto sin valor biológico ni ontológico alguno. Esta postura es la reflejada por ejemplo en la ley 14/2006, sobre Técnicas de reproducción humana asistida22 de mayo de 2006 6, que en su artículo 1.2 dice: “se entiende por preembrión el embrión in vitro constituido por el grupo de células resultantes de la división progresiva del óvulo desde que es fecundado hasta catorce días más tarde”. Para estos no habría ninguna dificultad ética para utilizarlo  como fuente de células madre o como material de experimentación, pues aunque esto conllevara su destrucción, se estaría destruyendo algo sin valor biológico u ontológico alguno, nunca un ser humano vivo.
  2. Otros opinan que el cigoto humano, obtenido por trasferencia nuclear somática (clonación) es un ente biológico distinto al cigoto obtenido por vía natural, con un valor inferior al cigoto obtenido por fusión de los gametos humanos, tanto por vía natural como por técnicas de reproducción humana asistida. Al primero le pueden dar un valor u otro, en función del que den al segundo.
  3. Otros consideran por el contrario que el embrión humano, ya desde que es una sola célula, polarizada y asimétrica, el cigoto, obtenido natural o artificialmente, es un ser vivo de la especie humana. Para ellos cualquier manipulación de ese ser naciente habría que hacerla en base a su realidad biológica y ontológica de embrión humano, es decir de ser humano vivo.
  4. Un cuarto grupo, son aquellos investigadores o clínicos, que ni afirman ni niegan la identidad humana del embrión, y para quienes el discutir la naturaleza humana de ese ente biológico que utilizan no afecta a su quehacer. No admiten ningún valor ético para su investigación que sólo es contemplada como ciencia, pero sin responsabilidad ética.

Lo que dice la ciencia

Identidad genética del embrión

Es un hecho que en el genoma (ADN) del cigoto está contenida toda la información genética necesaria para que ese nuevo ser se desarrolle completamente hasta su condición de ser adulto vivo. Es decir, que en él está determinada la identidad genética del nuevo individuo y la pertenencia a una especie concreta. Es imposible establecer algún salto en su evolución vital que pueda suponer el inicio de una realidad genómica distinta a la anterior. La evolución de ese ser es un proceso biológico continuo que va dando lugar a las distintas realidades fenotípicas de su desarrollo, dentro de la unidad vital que lo identifica como un único ser humano vivo desde la fecundación del óvulo por el espermatozoide hasta su muerte natural.

En el desarrollo del embrión actúan también mecanismos no genéticos, epigenéticos, que influyen de forma importante en el desarrollo del embrión. La biología ha alcanzado una comprensión clara de los procesos vitales, entendiéndolos como una cooperación dinámica entre los genes y el medio  que da lugar a la expresión regulada de los genes durante la constitución y desarrollo de un nuevo ser[6].

Por tanto, parece que el ADN es necesario, pero no suficiente, para identificar a un individuo humano. Es decir, durante el desarrollo del ser vivo se va produciendo, por interacción del genoma con el medio, la emergencia de una nueva información genética, no expresada directamente en el genoma primigenio. A esta información, es a lo que se denomina información epigenética. Por tanto, cualquier expresión fenotípica de un ser viviente es el resultado del contenido genético de su genoma y de la información epigenética que se va generando a lo largo de su propia evolución, como consecuencia fundamental de la interacción del genoma con su medio ambiente.

La organización del embrión humano

Existen numerosas razones que apoyan que el embrión humano de pocos días es un ser humano organizado y vivo, un individuo humanos, y que no debe ser considerado como un simple conglomerado celular.

El mejor conocimiento de los mecanismos que regulan la emisión del programa de desarrollo del embrión.

En la fecundación sexuada, la activación del programa de desarrollo empieza en una etapa tan temprana de la vida embrionaria, como puede ser el momento en que se inicia la fusión de las membranas de los gametos masculino y femenino. Incluso se ha sugerido que se pueda iniciar con la fusión de sus pronúcleos, y que ya es completa en la primera división celular. En efecto, durante las horas que dura la fecundación, el ADN de ambos progenitores se funde para alcanzar la estructura y patrón propios del nuevo individuo.

Pero a la vez, con la fecundación se produce un «encendido», una puesta a punto, de la expresión de la información de los genes. No basta con la nueva fusión de los gametos, en cuanto portadores de la mitad del patrimonio genético, sino que se requiere que este genoma interactúe con su medio ambiente para que se inicie el denominado proceso epigenético. Con ello, activa el motor de desarrollo embrionario con lo que se inicia una nueva vida humana[6].

¿Pero cómo se activa el programa de desarrollo? Es conocido, que inmediatamente tras la fecundación se pone en marcha un proceso de desmetilación de citosinas del ADN, que es el detonante específico para que se inicie la expresión del programa de desarrollo del genoma. Se sabe hoy día que la metilación de las citosinas de determinados genes favorece la represión de los mismos, es decir, que estos no puedan expresar su actividad. Por ello, si como consecuencia de un proceso de desmetilación, regulado por determinadas desmetilasas, se activan estos genes, consecuentemente se activa el programa de desarrollo que ellos regulan. Es decir, la metilación y desmetilación de las citosinas condicionan patrones de metilación que son diferentes de un tipo celular a otro y de un momento a otro del proceso vital de un mismo individuo. Este mecanismo, delicadamente regulado, es el primer y fundamental paso para que se inicie el desarrollo de una nueva vida humana.

Cuando el cigoto se genera por transferencia nuclear somática (clonación), para que pueda producirse un embrión es necesario que la información genética contenida en el núcleo de la célula somática que lo dona se reprograme, es decir, que la célula se desdiferencie, acción debida a factores reprogramadores contenidos en el citoplasma del ovocito que recibe el núcleo somático, volviendo su genoma a una situación genómica similar a la que tiene el de las células embrionarias. En ese momento, es cuando el núcleo de la célula transferida es capaz de expresar las órdenes necesarias para que se inicie la vida de ese nuevo individuo.

La "información de posición"

Planos que se forman en el embrión

Otro aspecto a considerar en el desarrollo del embrión temprano, por el que parece que éste no puede ser considerado como un simple conglomerado celular, son los precisos mecanismos que regulan la multiplicación y diferenciación de sus células. Estos mecanismos dependen de las interacciones que se establecen entre las propias células embrionarias y de éstas con las de su nicho celular.

El comportamiento de una célula, en su evolución biológica, no depende solamente de la información genética contenida en su genoma, sino también de la información intercambiada a través de su propia superficie celular con las otras células y del lugar que ella ocupa en el embrión. A esto es a lo que se denomina «información de posición». Esta información determina donde, cuando y con qué finalidad, tiene que dividirse una célula en función de un desarrollo unitario y armónico.

El papel de las membranas celulares de ambos gametos

Cuando el cigoto se divide en dos células, estas no son simétricas. Esta estructuración asimétrica viene fundamentalmente determinada por la línea de división (plano de polarización) que se establece entre el punto en el que el espermatozoide penetra la capa pelúcida del óvulo para fecundarlo y el núcleo polar del propio óvulo.

Se trata de un factor importante para la organización del embrión en estructuras celulares con funciones distintas, precisas y bien determinadas, dando lugar a dos blastómeros desiguales y con diferente destino en el embrión. El blastómero con el material celular que incluye el punto de entrada del espermatozoide, se divide ecuatorialmente, también de forma asimétrica, antes que el otro blastómero. Estas dos células asimétricas iniciales  del embrión son las que van a dar lugar, primero a su masa granulosa interna y posteriormente al cuerpo del embrión.

Después, se divide el otro blastómero, en este caso simétricamente, dando así lugar al embrión de cuatro células. De estas dos últimas células se genera el trofoblasto y la placenta. Además de la asimetría celular de los primeros blastómeros, éstos poseen también componentes bioquímicos celulares diferentes con funciones específicas y distintas, especialmente relacionadas, con el desarrollo y función biológica específico de cada una de las células. En efecto, las dos células que resultan de esta primera división celular tienen diferente concentración de calcio, lo que contribuye a regular  la expresión genética de su genoma  y a la cinética de su división celular. La célula con más concentración de iones calcio se divide antes, generando así el embrión de tres células. Esta división se realiza en un plano ecuatorial, posteriormente se divide la otra por un plano meridional[6]. Hacia las 24 horas de vida, el embrión ya tiene cuatro células. Las dos primeras células ricas en calcio darán lugar a la masa granulosa interna y, posteriormente, el cuerpo del embrión; y las dos con menor contenido en iones calcio darán lugar al trofoectodermo extraembrionario, del que se formará la placenta.

Embrión y blastocisto grupo Zernicka-Goetz

Esto ha sido puesto en evidencia por el grupo de Zernicka-Goetz [7],[8]. En sus investigaciones comprueban que, tras marcar las dos primeras células de un embrión de rata con distintos colores, una de rojo y otra de azul, a partir de la célula teñida de rojo se formaba la masa granulosa interna del blastocisto, que, como ya se ha referido, va a dar lugar al cuerpo del embrión y de la otra, la teñida de azul, se deriva el trofoectodermo extraembrionario del que a su vez se derivará la placenta y tejidos que la sustentan. Es decir, desde la primera división celular queda determinada la identidad funcional de las dos primeras células del embrión, teniendo ya, cada una de ellas, un papel concreto en el desarrollo embrionario. Esto hizo comentar a Helen Pearson, en un artículo publicado en Nature[9], que la identidad biológica del ser humano se establece a partir del primer día de vida del embrión.

Más recientemente se han descrito nuevos mecanismos que regulan la diferenciación celular embrionaria hacia distintos linajes[10]. Se comprueba que la capacidad de diferenciarse de las células del embrión de 4 a 8 blastómeros no solo depende de la concentración de Oct 4, sino también de la cinética de dicho factor entre las células embrionarias, apoyando ello la idea de que las células embrionarias, en sus estadios de desarrollo iniciales presentan diferencias moleculares que afectan directamente a su destino biológico[11] [12].

Todo esto parece señalar que desde el primer momento estamos ante un individuo organizado y no ante un conglomerado de células idénticas e indiferentes unas con otras.

El papel de los iones calcio.

Para que el espermatozoide pueda penetrar en el ovocito se requieren fundamentalmente dos cosas, primero que sea activado por una glicoproteína de la zona pelúcida del ovocito, la fertilicina, y segundo, la existencia de señales que determinen el lugar por donde el espermatozoide ha de penetrar en el óvulo, lo que parece condicionado por el aumento de los niveles de calcio iónico en la zona pelúcida del ovocito[13].

Además en el punto en el que el espermatozoide alcanza al óvulo se produce una liberación de iones calcio, que se difunden como una onda hacia la zona opuesta, y en este punto queda fijado el eje dorso-ventral del cuerpo embrionario. Perpendicular a él, se establece el eje cabeza-cola, a falta de determinar que polo será el cefálico y cual el caudal, lo que sucederá en la segunda semana del desarrollo embrionario, con lo que queda fijado el eje derecha-izquierda del cuerpo del embrión[6]. Además, se sabe que la concentración del calcio extracelular influye también  en la distribución espacial de las células embrionarias, de forma tal que el que una célula se ubique a  izquierda o derecha del cuerpo embrionario depende de que exprese (izquierda) o no (derecha) un gen, el denominado gen nodal, y esto depende de los niveles de calcio existentes en cada una de estas partes.

Inmunotolerancia entre la madre y el feto

El sistema inmunológico tiene como finalidad fundamental oponerse a la entrada de los elementos extraños en un cuerpo vivo, por lo que, cumplen una finalidad fisiológica fundamental, cual es impedir las infecciones, pero por otro lado también pueden dar lugar a procesos autoinmunes por los cuales el propio organismo se autoataca, siendo esto causa de diversas e importantes enfermedades.

Sin embargo, existe una circunstancia, única en el sistema inmunológico de los mamíferos, que es que dicho sistema inmunológico puede inhibirse en la madre para permitir que un cuerpo extraño como es su hijo, pues no hay que olvidar que el 50% de la dotación genética del hijo proviene del padre y consecuentemente es ajena a la de la madre, pueda insertarse en su organismo sin sufrir rechazo alguno. Es lo que ocurre con la denominada inmunotolerancia entre la madre y el embrión.

Este proceso de inmunotolerancia se fundamenta en la liberación de componentes moleculares entre madre e hijo, que actuando localmente inhiben la acción de las células maternas responsables de rechazar al elemento extraño que en ella trata de implantarse, lo que se consigue inhibiendo la acción de los linfocitos T, que producen sustancias tóxicas para las células del embrión que tratan de implantarse, y los linfocitos B responsables de la producción de los anticuerpos de rechazo [14].

El peculiar diálogo bioquímico que se establece entre el embrión y su madre

Otro hecho biológico que objetivamente sugiere que el embrión humano es un organismo vivo organizado es el peculiar diálogo bioquímico que se establece entre el embrión y su madre, que se inicia a partir del embrión y que de alguna forma contribuye a regular su dinámica evolutiva por la trompa de Falopio. En efecto, durante su trayectoria por las trompas el embrión de pocos días de vida envía mensajes moleculares específicos tanto a la trompa como a su madre, a los que ambos responden con otros. Como se ha comentado este diálogo bioquímico entre madre, trompa e hijo permite a éste avanzar con la adecuada velocidad para poder acceder al útero materno en el momento preciso para su adecuada implantación[14].

El endometrio materno produce y segrega otros compuestos en el fluido endometrial en el que el embrión se incluye, que son fundamentales para su implantación, entre ellos diversas integrinas (β3, α4 y α1), interleuquinas, como la interleuquina 1, también chemocinas  (IL8,MCP-1), leptina y la gonadotrofina coriónica humana (hCG).

Pero ahora, ese dialogo bioquímico e inmunológico se amplía al campo genético, al comprobarse que elementos incluidos en el fluido, secretado por el endometrio, y que embebe al hijo durante su proceso implantatorio, pueden modificar la expresión genética del hijo[15].

Esto tiene importantes consecuencia biomédicas y bioéticas. Desde el punto de vista biomédico esta interrelación genética podría predisponer al embrión a padecer trastornos, tanto metabólicos como genéticos, es decir podría aumentar el riesgo de que el hijo pudiera padecer algunas enfermedades, como diabetes de tipo 2 o condiciones biológicas que pudieran incrementar el riesgo de padecer algunas enfermedades, como la obesidad.

Pero esta interrelación entre madre e hijo también se podría dar en la fecundación in vitro  cuando se utilizan óvulos donados, es decir no de la madre, o cuando se recurre a la maternidad subrogada. En la primera circunstancia, en los embriones implantados procedentes de la fecundación de óvulos donados se podría modificar la expresión genética de su genoma por el influjo de los mensajes maternos, es decir se incorporaría información en el genoma del hijo procedente del endometrio materno por lo que, y de alguna forma, y muy parcialmente, llegaría a constituirse un embrión modificado genéticamente por el influjo de la madre biológica.

Por otra parte, en el caso de maternidad subrogada también podrá influir la madre en el genoma del hijo, es decir, se podría establecer lazos biológicos con el hijo gestado, mucho más allá de los que el embarazo propicia.

En ambas circunstancias, al modificar la expresión del genoma del hijo, la relación entre la donante de óvulos o la madre subrogada con el hijo nacido, se implementaría sustancialmente, lo que sin duda podría crear más problemas biológicos y sociales de los que estas prácticas conllevan en el momento actual.

Es decir, un muy interesante trabajo que, viene a apoyar la naturaleza humana de ese ente biológico que es el embrión humano temprano y que abre novedosas perspectivas, especialmente en el campo de la fecundación in vitro y la gestación subrogada.

Parece, por tanto, que la compleja organización de ese ser vivo, que es el embrión humano preimplantado, responsable de los procesos biológicos comentados, es incompatible con que pueda ser un conglomerado celular sin organizar. Es decir, que el embrión humano es un ser vivo de la especie humana fuera de toda duda biológica razonable.

Naturaleza del embrión humano obtenido por transferencia nuclear somática

Algunos consideran que el embrión humano obtenido por transferencia nuclear somática (clonación) es de naturaleza biológica diferente a la del cigoto obtenido por vía natural, por fusión del óvulo y espermatozoide, incluso lo denominan de forma diferente, como es nuclóvulo o clonote. Esta diferencia biológica la basan fundamentalmente en que el clonote carecería de la información genética que aporta la fusión de óvulo y espermatozoide, así como del genoma masculino, información para ellos necesaria para que ese clonote pueda desarrollarse hasta un ser humano adulto sano. Esta teoría estaría avalada por el hecho biológico de que, hasta ahora, no se ha podido conseguir la generación de individuos humanos por transferencia nuclear somática[16]. Aunque, sin embargo, si que se han conseguido crear otros tipos de mamíferos, como fue en primer lugar la oveja Dolly.

Ahora bien, está por demostrar, que por ser diverso el origen de los componente de los que surge el embrión, no se está ante un verdadero embrión humano. Tendría que demostrarse que ese clonote no se desarrolla como ser humano[17].

Argumentos contrarios a que el cigoto sea un individuo humano

La unicidad y la divisibilidad

Para algunos, existen argumentos contrarios a la catalogación del cigoto como un individuo humano biológicamente definido.

El que más polémica suscita, es el problema de la unicidad e indivisibilidad del cigoto, esencialmente derivada del hecho de su posible gemelación hasta los 14 días de su desarrollo. Se argumenta que si el embrión puede dividirse no sería un individuo. En contra de ello, otros afirman que el embrión en sus primeros días de vida es único pero divisible, posteriormente al avanzar su ciclo vital se convertiría en un ser, asimismo único, pero indivisible.

Se suele recordar que individualidad e indivisibilidad son conceptos distintos. El que un individuo biológico pueda dividirse no va en contra de su individualidad, como no va en contra de la unicidad de los animales más simples, especialmente los unicelulares, el que puedan dividirse. Esto es especialmente cierto para aquellos animales que se reproducen partenogenéticamente. Estos seres vivos son individuos de su especie, antes de dividirse, y los que emergen de esa división son individuos distintos de esa misma especie. El concepto de individuo en biología no se refiere tanto a la imposibilidad de división, como a que exista una verdadera organización que dote a ese individuo concreto de la categoría biológica de viviente.

El comienzo de la vida humana en el embarazo

Artículo principal: Preembrión

Otros afirman que la vida humana empieza con el embarazo, es decir, que ésta se inicia con la implantación del embrión en el útero materno y que por tanto cualquier manipulación de ese ser biológico antes de que se inicie el embarazo, es decir, antes de la implantación, es éticamente admisible, pues no se estaría actuando sobre un ser humano en desarrollo, sino sobre lo que ellos denominan preembrión.

La idea de que la vida embrionaria comienza con la implantación, es decir a partir del día 14 posterior a la fecundación, fue propuesta en 1979 por el “Ethics Advisory Board”de los Estados Unidos, y posteriormente refrendada, en 1984, por la Comisión australiana Waller y sobre todo por la Comisión Warnock, que también en 1984, comenzó a utilizar el término preembrión para designar al embrión preimplantado[18].

En relación con que la vida humana se inicia con la fecundación o con la consolidación de la implantación, en una encuesta a 1.800 ginecólogos se constata que el 57% de los ginecólogos norteamericanos creen que la gestación comienza con la fecundación, un 28% creen que ésta se inicia con la implantación del embrión en su madre, y un 16 % no está seguro[19].

Pero, además, parece que no hay que confundir viabilidad con ser vivo. La viabilidad exige la existencia previa de un ser vivo que posteriormente puede ser destruido. Por otro lado, algunos de los defensores de esta teoría, afirman que para garantizar su viabilidad es requisito indispensable que el embrión pueda alimentarse, circunstancia que no se cumpliría, según ellos, hasta que éste consolide su implantación en el endometrio materno; pero a éstos habría que recordarles que el embrión ya se alimenta de material suministrado por su madre antes de la implantación, pues desde la impregnación del óvulo por el espermatozoide, hasta su implantación, es decir, durante los días que dura el trayecto del cigoto/embrión por la trompa de Falopio, aproximadamente cinco, hasta su definitiva acomodación en el útero materno, el nuevo ser se alimenta del material contenido en el citoplasma del propio óvulo, que naturalmente ha sido suministrado por su madre.

Consideración final

Parece que se puede afirmar que la vida de un ser humano se inicia con la fusión de los pronúcleos, masculino y femenino, es decir con la fecundación. En ese momento se da ya un individuo humano. Por eso podría considerarse que ese embrión primigenio es merecedor de todo el respeto que a todo ser humano adulto se le debe, lo que consecuentemente condicionará que cualquier manipulación del embrión humano temprano no dirigida a su propio bien, y especialmente su destrucción, sea éticamente inaceptable.

Si no se admite que se está ante un individuo humano habría que demostrar que esa vida recién generada no es humana y esto, al menos por ahora, no hay nadie que lo haya llevado a cabo.

Otras voces

Bibliografía utilizada

Referencias

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